José María Esteban
La herencia común
No son tiempos para dedicar mucho dinero la Cultura y el Patrimonio
Decía Aloïs Riegl a finales del siglo XIX, un austriaco muy culto, conservador del Museo de Artes Decorativas de Viena que «hay que entender como monumento, en su sentido más antiguo y primigenio, una obra realizada por la mano humana y creada con el fin ... específico de mantener hazañas o destinos individuales». Llegó a ser Presidente de la Comisión de Monumentos Históricos, como las nuestras actuales de Patrimonio, y en su sabroso librito: ‘El culto moderno a los Monumentos’ –cuya lectura aconsejo (Editorial La Balsa de la Medusa), hace una transición en el entendimiento del monumento erigido y el que propone la sociedad. Decía: «La restauración es un valor que sentencia la historia».
Llamamos monumento a cualquier edificio que guste, siga en pie, tenga valor social, suene a histórico o artístico o que tenga más de cien años. Las actuales leyes de Patrimonio nos sitúan este término, confundido con el de BIC: Bien de Interés Cultural, como elementos jurídicamente protegidos por diferentes tipos. Los hay de orden Arquitectónico, Natural, Industrial, Inmaterial, etc. Ahora, cuando hablamos de edificios a proteger la lista se confunde con las leyes y los intereses políticos. Siempre he entendido que son monumentos aquellos que la ciudadanía hace suyos en el tiempo, los defiende y se mantienen, a veces independientemente de su función, valor arquitectónico o cultural. La historia, con el tiempo a favor, y la ayuda de las sociedades, a toro pasado, siempre cuenta su valor presente y los custodia como la necesaria memoria.
Disponemos de maravillosos edificios que aparte de tener sus protecciones legales, se nos presentan como elementos icónicos de una ciudad. Puertas de Tierra; las murallas, que son BIC por la ley estatal de 1986; catedrales, todas las iglesias y un gran número de palacios y casonas que hacen que por yuxtaposición la ciudad sea un monumento en sí misma. Debe preocuparnos esta transmisión de unicidades y bienes colectivos, que hemos recibido y que debemos legar a las generaciones venideras, en mejor estado que las hemos recibido: ONU (2007).
No son tiempos para dedicar mucho dinero la Cultura y el Patrimonio. Preocupan otros temas más importantes que las piedras. No podemos olvidar que esta Herencia es parte de nuestro presente en la empleabilidad, atractivo futuro y sostenimiento cultural. Todas las escalas territoriales de gobierno, últimamente, han ido utilizando la carga historico artística como una coartada o arma arrojadiza competencial, por el lamentable estado de la Tutela. También los propietarios son los primeros responsables de su estado, pero ningún gobierno ha generado los suficientes mecenazgos o ayudas para poder mantener y restaurar este legado común.
Nuestros mejores monumentos necesitan de urgentes actuaciones de conservación y restauración, pero deberíamos ir pensando en dejar, por todos, algún dinerito ahorrado, para erigir el gran MONUMENTO que esta y todas las ciudades deben dedicar a sus: sanitarios, fuerzas de orden público, bomberos y primera avanzada contra la pandemia, y hacerlo en cuanto todo esto pase. Sugiero los mejores sitios de las ciudades y en esta ciudad específicamente: la fuente de las Puertas de Tierra; quitar al Queco o la Queca, que ya moribundos nada tienen que ver con esos lugares y trasladando la fuente de Las Calesas; o en el centro del Paseo de Canalejas, quitando la oscura caja de turismo, que estaría mejor en los andenes del Puerto. Vender hoy la herencia común, no deberíamos hacerlo en las condiciones en que están nuestros actuales emblemas, y si preocuparnos de la verdadera Herencia Común. Salud y cuidaros al máximo, que ya viene la primavera…
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