José María Esteban

La gran ola

Debemos poner proa a las olas, juntos y sin remar por ahora. Confinados, pero certeros en el golpe necesario de timón que evite la ola y nos lleve a mejor destino

José María Esteban

Esta ciudad y su entorno vivía un poco inquieta ante tanta noticia de un posible terremoto que media hora después se convertiría en un gran tsunami . Si, la secuencia de una catástrofe que vendría cada 150 años, era una clara presencia, ante la ... que deberíamos prepararnos con un plan de emergencia, ya que sería impredecible e inevitable. Los ciudadanos de la Bahía y su entorno, tendríamos que estar muy precavidos, y salvar el golpe marino de la mejor manera. Se retrasaba del último, más de un siglo.

Katsushika Hokusai, pintor y grabador japonés, de la época de Edo, allá por el siglo XVIII y XIX, fue un gran creador. Referente de las estampas japonesas, tan influyentes en nuestros pintores impresionistas. La limpieza de su trazo y la delicada elección del color sobre la madera, base de sus grabados, cuyo blanco lo daba el soporte, ha hecho que sea un maestro en la historia del arte mundial.

Hokusai en su estampa ‘La gran ola de Kanagawa ’ realizada allá por el año 1831, nos expresa lo débil del género humano en forma de débiles barcazas, frente a la dura y furiosa naturaleza del mar en forma de olas rampantes. Siempre, la solidez del símbolo de futuro que es el monte Fuji, a cuya serie pertenece, amortiguaba el desastre que se cierne sobre los comerciantes y sus frágiles embarcaciones de vuelta.

Este bello ejemplo lo traemos hoy a reflexión, ya que estamos pasando una dura travesía . Una impresionante y desastrosa marea, que será pasajera evidentemente, y que debemos gestionar de forma unida y generosa. Los ocho remeros de cada casa flotante, que apenas se aprecian entre el espumerío de las olas, nos los muestran, para llegar al puerto deseado, como un Fuji que siempre estará allí, serio y estable, esperándolos.

Debemos tener la clara conciencia que este periodo de navegación, varias veces aumentado se acabará, las olas cesaran y el mar volverá a ser calmo y navegable, como la ciudad tierna y vacía que nos espera. Hokusai lo expresó magníficamente. Debemos poner proa a las olas, juntos y sin remar por ahora. Confinados, pero certeros en el golpe necesario de timón que evite la ola y nos lleve a mejor destino. Hablaremos de estos riesgos contagiosos, como grandes ondulaciones que fueron pasando. Se sucederán inevitablemente, con inexacta seguridad.

No olvidemos estar mejor preparados. Mejor instruidos en la forma de quedar quietos cuando el oleaje se cierna sobre nosotros. Mucho más duros los muelles y pertrechados los almacenes donde refugiarnos, cuando de nuevo vengan las grandes amenazas. No podemos decir que no se nos avisa. Madre Natura es lo que es, un sorprendente y potente mundo superpuesto sobre el nuestro, de débil y efímero montaje. Esta imagen debe siempre estar en nuestro horizonte, como el Fuji en la estampa. Que ilusos si nos creemos el centro del planeta.

Me gustaría que al regresar nos encontráramos, de verdad, esos hospitales mejor preparados; las residencias más dotadas y controladas; los sanitarios y nuestros ángeles custodios más protegidos; los ciudadanos , aunque lo estamos haciendo increíblemente bien, más maduros para asumir estas realidades; y que la sociedad que consumimos sea una sociedad solidaria, globalmente repartida en su defensa y justa, para que nuestros barcos se conviertan en auténticos mensajeros de esperanza.

En fin, nos queda ya solo un nuevo empujón para salir del mar encrespado. Seguro que amainará en breve . Hasta entonces gracias de todos a todos por la necesidad de resistir y creer que debemos cambiar cosas. Ahora se ven muy necesarias, pero cuando pase la gran ola, quizás muchos las olvidemos. Entonces no habremos aprendido nada, y nos sacudirán más fuerte. Salud.

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