José María Esteban
La función pública
De toda la vida la labor de los funcionarios ha estado siempre velada de dudas y envidias
De toda la vida la labor de los funcionarios ha estado siempre velada de dudas y envidias. Dudas sobre los rendimientos que nunca parecen eficaces y envidias ya que todos aspiran a ser ellos. No voy hoy a situar mi artículo en las razones ... anteriores, sino en otras más evidentes ya que corren tiempos donde muchos acuden al socorro del manto público.
Desde que la democracia llegó, la política, que es casi lo mismo que decir los políticos, han cuidado muy mucho de que los funcionarios no ocupen protagonismos, sean de sencilla gestión o de complicadas y exigentes decisiones profesionales. Bien en los campos de grandes responsabilidades como la sanidad, la seguridad, la ingeniería, la cultura, la arquitectura o la educación por ejemplo, como en otras de servicios no esenciales pero muy necesarios, como el cumplimiento de los trámites necesa.rios para que todo esté bajo la legalidad vigente. Bueno, últimamente con la era Covid que nos invade, hay protagonismos, pero quizás muy personales. No es lo normal.
Mi pertenencia a la función pública con más de 35 años de experiencia, aunque con una labor privada de otros diez años previos, me sitúa en una cierta prudente objetividad que es por la que me permito opinar aquí. Es verdad que somos obedientes y minúsculos generadores de soluciones, cuya autoría y despliegue, se ha mantenido normalmente en un callado silencio. Siendo necesario y consecuente ese segundo lugar, no es menos evidente que siempre esa labor merece el reconocimiento de su autoría, como base de la toma de prioridades y decisiones por los que mandan.
En mi opinión se han aliado dos querencias: la de los protagonismos absolutos de los políticos y la opinión no demasiado indulgente de los servidos. Ese binomio ha generado un creciente desprestigio de los funcionarios, que aquí sugiero redimir. No solo por lo que está pasando, que ya era hora que se reconociera públicamente esa labor callada, y no solo en balcones, sino porque el esfuerzo de acceder a la carrera pública, exige una importante oposición (de estudiar y opositar, no de la otra), que casi nadie reconoce. Habitualmente muchos autónomos y empresarios privados, parece que creen que los puestos en la administración los regalan.
Comparativamente España tiene un 16% de empleo público sobre el total, es decir unos 2.600.000 funcionarios. La media de la OCDE (Países de la Organización y el Desarrollo Económico) está en el 18%. Seguimos por debajo de países que más pequeños, contrariamente a lo que suponemos, tienen más empleados públicos, como Noruega con un 30%; Dinamarca y Suecia con un 29% o Finlandia con un 25%. Opino que la calidad de los servicios nórdicos, de los que nadie duda, depende básicamente de los recursos humanos disponibles. Aquí se está evidenciado ahora palmariamente esa deficiencia.
Muchos luchamos entonces por hacer evidente la dignidad de nuestro trabajo. Algunos lo entendieron y otros no, incluso nos hostigaron por nuestras opiniones públicas. La mayoría de los malos entendimientos surgen de los que quieren aparentar saber de todo, cuando su labor consiste en elegir esas prioridades técnicas que les planteamos los funcionarios, o seguir los caminos legales preceptivos para no equivocarse. Quizás por eso vinieron muchos puestos PLD (libre designación), asesores o empresas auxiliares públicas, cuando los funcionarios profesionales ya existían para hacer todo el trabajo.
Llegar a formar parte del corpus laboral del Estado, Autonomías, Diputaciones o Municipalidades, se convierte hoy en una meta soñada. Solo hay que ver los números de titulados que a ella se dirigen, en la mayoría de los casos con estudios superiores. En esta España de nuestros forros, el número de funcionarios no es tan grande como algunos bocazas dicen. Ahora más que nunca se hace patente la necesidad estructural de dotar de muchos más servidores públicos administraciones asistenciales como las sanitarias, las docentes o de seguridad, por este orden y algunas más. No solo lo apoyo por esta dramática segunda ola y su estado de alarma. .
Así que por favor, tengamos, algo más de respeto por las personas que en su trabajo por todos, son la vanguardia en la batalla de los servicios por la comunidad. Se verá en este duro tránsito por la pandemia. En todas las empresas hay también garbanzos negros, aunque muy pocos, pero no por ellos dejemos de conocer la buena labor, su imprescindible buen quehacer y su vocación de servicio por los demás. Sobretodo valoremos su grave responsabilidad. Les recuerdo que cuando vienen los problemas judiciales, siempre los mandantes eventuales recurren a aquello de: «Yo solo hice lo que me dijo el técnico…»
Salud y seguimos remontando esta segunda ola que viene más encrespada.