José María Esteban
La estructura ausente
En esta época de rápidos mecanismos para la comunicación, Eco habría reafirmado sus investigaciones filosóficas y lingüísticas
Can estos tiempos convulsos, hoy toca una de filosofía. A quien interese estudiar sobre la comunicación y cómo se expresan las sociedades con códigos preestablecidos, debe releer ‘La estructura ausente’ de Umberto Eco de 1968. Un punto y seguido donde se explican muchas razones actuales ... sobre el lenguaje y el entendimiento.
Umberto Eco, escritor, filósofo y semiólogo italiano nace en 1932 en la piamontesa Alessandria y muere en Milán en 2016. Es un referente de cómo debe aplicarse la racionalidad y el rigor en materia de comunicación. Eco es casi exclusivamente conocido por su obra maestra llevada al cine ‘El nombre de la rosa’, cuando cumplía 50 años. Fue un prolífico autor que dejó muchas claves de cómo ir percibiendo los nuevos mundos. Profundizó en las estéticas de la interpretación. Su labor clarificadora sobre los símbolos mediáticos e icónicos hizo que nos reconozcamos en las formas de acercarnos a través de la semiótica, es decir del significado de los distintivos de nuestra Humanidad. Las obras de arte poseen un mensaje ambiguo que depende de los observadores. Se hacen subjetivas según quien las observe y disfrute. Están sujetas, como él decía a «una pluralidad de significados dentro de un solo significante». Es decir, conceptos e imágenes que guardamos inconscientemente por nuestra cultura, que nos inducen a entender las cosas de una manera preestablecida. En esta época de rápidos mecanismos para la comunicación, Eco habría reafirmado sus investigaciones filosóficas y lingüísticas.
En la misma línea sobre la interpretación, tanto Jacques Derridá y la dimensión de lo Decosntruido, como la Hermenéutica de Hans G. Gadamer, las redes sociales habrían ocupado en ellos, un subyugante y relativo mundo. Las claves siguen estando allí, en los iconos heredados y aprehendidos.
Cuando hablamos de arquitectura, literatura, gastronomía o cualquier expresión de la cultura social, los conceptos se aplican por igual. Si Ferrán Adrià nos ofrece un gazpacho de fresa disfrazado en forma tradicional, establece un mensaje cultural al hacernos chocar la clásica sopa fría con un sabor que no le corresponde. Cuando los arquitectos utilizamos el acero corten, que no es más que un hierro oxidado, lo que formalizamos es un nuevo concepto de la imagen que tenemos entre lo conocido como herrumbroso y viejo, por lo tanto, desechable, con un nuevo material tecnológicamente logrado, que solo se oxida controladamente. Estos significados en la teoría de Derridá es lo que entendemos por Deconstrucción. La literatura los llamó metonimia, sinécdoque y otras figuras literarias. Hans G. Gadamer nos entrega a los discursos clásicos de la Hermenéutica. Es decir, colocarte en el lado del otro haciéndote entender desde sus postulados y no los tuyos, para producir un acuerdo mucho más fluido, enriquecedor y propenso al entendimiento. Eso es la Hermenéutica, y no solo para los textos. Nos invaden tiempos de desinformación y pésimas actitudes para las coincidencias. ¿Qué es la guerra sino el producto de una mala comunicación y soberbia de una interpretación interesada?
Cuando veamos Leópolis y Odesa, mágicas ciudades culturales de Ucrania, o Kiev la madre de Rusia, hechas añicos por sus propios hijos, debemos pensar que la degradación de las ideas tiene tiranos a los que no les importa se produzcan acercamientos que frenen sus malévolos intereses. Se pierden todas las importantes estructuras ausentes. Son la falta de respeto por la vida y el humanismo, que trae estos lodos sangrientos, en los que nos vamos embarrando cada vez más. Cuidaros de todas esas desalmadas bombas humanas, también.