José María Esteban

¿Época de intransigencia?

Seamos sensibles con los demás

José María Esteban

No esperábamos que aquella persona que suponíamos afable y tranquila, nos contestara de una forma algo desaforada. Nos resultaba muy extraño comprobar, como en algunos aspectos de los círculos de relación, la poca paciencia y desmanes desconsiderados, sean más asiduos que antes. De hecho, nunca ... supusimos que después de tanto tiempo sin rozarnos, los contactos que esperábamos suaves y cariñosos, fueran algo ásperos.

La pospandemia nos muestra que las etapas de confinaciones y la lejanía del trato personal nos ha retrotraído a épocas anteriores, donde la cordialidad, que tanto tiempo nos costó, en parte se haya perdido. Menudean los conflictos o las alteraciones del buen clima y de inaceptables agresiones de género, que regresan sin ninguna justificación. Nos acosan noticias de peleas políticas sin cuartel y cotrabotellones juveniles, que a menudo terminan en violencia por una libertad mal entendida. No hay un buen clima.

No podemos culpar solo a las condiciones económicas, enormemente agresivas con muchas familias. O el duro desempleo, recuperándose a menos velocidad de la que pensamos. Se trata de un pendulazo, donde los sentimientos de cierre y encarcelamiento social, se han devuelto con significaciones ciertamente distorsionadas. Los psicólogos tienen mucho trabajo, pero es un trabajo de todos. Cada ocasión que se nos presenta con una subida de tono, o un trato desconsiderado e intransigente, deberíamos gestionarla con mayor cariño y paciencia.

Hay que reconocer que la época que estamos viviendo es de las peores vividas recientemente. No solo para nuestra generación, que disfrutó hace poco del mejor bienestar, sino para la nueva y ancha banda de jóvenes, sujetos a esperanzas que no ofrecen un ilusionante y más estable porvenir. Evidentemente todo se convierte obligadamente en una mayor lucha por lo individual. Lo social costará más tiemplo de lo que creemos. Situarnos en la normalidad nos exigirá unos ciclos de tolerancias y ajustes por puentes inestables, pero muy necesarios. Siguen faltando renglones.

Abiertos los establos, los animales salen brincando como locos, al ver aire alrededor y sentirse libres de las ataduras de duros y altos maderos. Nuestras puertas también se han abierto. Debemos salir con la enseñanza de haber podido aprender de lo sucedido. Ese aprendizaje no es volver a los mitos de la caverna ni de los establos. Se trata de seguir avanzando sobre lo conseguido, y recuperar lo perdido subiendo escalones poco a poco, sin sobresaltos.

Les parecerán estas palabras un poco exageradas, pero todos sentimos las ataduras como un breve castigo que nunca nos hemos merecido. Supone en nosotros un duro cambio y un espíritu de rebeldía que debemos controlar. Uds. pueden estar de acuerdo conmigo en que estos síntomas de cierta intolerancia, que a veces nos tocan cercanamente, no son otros que la perdida de una realidad, que continúa siendo difícil e injusta desde hace mucho tiempo y ahora se aguza. La posición, ahora de mayor debilidad, hace medrar, si no vean el ejemplo de la luz o el entendimiento político, ávidos pescadores de ríos revueltos. Siguen convirtiendo este mundo en un mercado persa, donde cualquiera vende la peor alma para conseguir su mejor rédito.

Seamos sensibles con los demás. No digo menos con los de la Palma, que tardaran generaciones en situarse en una nueva y sólida posición, robada por un virus y un volcán que parecía dormido desde hace lustros. Salud y cuidémonos con más afecto y condescendencia.

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