José María Esteban
Los efectos colaterales
No todos podemos ser informáticos y los apagones nos avisan de grandes sombras
Llevamos hablando de esta pérfida época en la confianza de que algunas cosas cambien a mejor. Esperábamos que las reflexiones del confinamiento servirían para algo. Las esperanzas de mejora en empleo, infraestructuras, reconducción de malas conductas, mejor sensibilidad en los tratamientos que tengan que ver ... con lo asistencial, justicia social, las conquistas equilibradas y empresariales, eran las fases de nuestras encandiladas y esperadas lunas nuevas.
A medida que las claras evidencias de seguridad se sospechan en cada pinchazo, perseguimos la sencilla e ingenua sensación de que todo en lo común podría ser mejor. Es el necesario desahogo de cuerpos y mentes, que han estado demasiado apretados en hogares y calles sin la expresión completa de sus deseos. Una especie de búsqueda mirando nuevos horizontes, más lejos y felices, a pesar de que sabemos remontar va a costar un trecho largo.
No cesan de llegar noticias que alumbran todo lo contrario. Miles de empleos que no volverán. Miles de bancarios u operarios de todo gremio con trato cercano a la calle, sin ninguna regulación que pare tanta codicia. Limitaciones de servicios por casi todo lo telemático. Incluso las consultas médicas, que requieren del cariño y presencia del facultativo que también cura con la mirada, distancian las personas. Nuestros hijos que viajaron afuera, buscando mejores caminos, pero siempre pensando en volver ya que aquí no existen posibilidades para su gran talento. Ya a nadie parece preocupar el válido testigo de esta patria. Se nos cortan por el sur las alas, las velas y los puertos solo crecen para ocultas mercancías en paquetes metálicos. Ya no sirven ni siquiera para trasladar personas de uno a otro continente. Estos tiempos prohiben claramente el acercamiento familiar.
Una carrera interminable y arrebatadora por la robótica se genera en el campo de batalla. De esa manera no será posible que el personal se quede, si no es solo en la reparación de los propios cuerpos artificialmente inteligentes. Dueños se harán en breve las máquinas de nuestros sentires y pensamientos y no sé dónde habrá sitio para tanta necesidad de trabajo. No todos podemos ser informáticos y los apagones nos avisan de grandes sombras. Dueña será de nuestros sueños la inteligencia binaria. Los logros esperados de la evolución, ahora pasada por una dura pandemia, no han generado alternativas para que se puedan expresar proyectos de vida más duraderos.
Cada paseo se convierte en un corto paso tras otro, dudoso y pesado, pensando que lo deseable está por venir. No se atisba una leve o querida proximidad de la alegría en las vivencias. Estando, como debemos estar, animados a creer que un mejor futuro vendrá, se podría establecer algunos criterios de control de manera que no sea a río revuelto, siempre la ganancia de pescadores. Algunos peces deberíamos poder sobrevivir en aguas mejor depuradas y donde nadar no fuera tan costoso, ni el flujo de su dinámica nos lleve siempre asalmonados a contracorriente.
Espero que estos suaves lamentos de cierta melancolía, no sean solo una sensación personal. Los tiempos, si tienen algo indudable es que lo que debe ocurrir ocurrirá. Nos gustaría modificar algún ritmo del tic tac mundial que nos haga vivir con una cierta ilusión que a todos satisfaga, pequeña pero constante. Pasar esta época va costar su tiempo, por supuesto, pero como ya hemos dicho, algunos las están sobrevolando y endureciendo por encima de las escalas.
Salud y en todo caso, pensad que mientras hay vida, hay muchísima esperanza. Lo importante es seguir creyendo que conseguiremos lo mejor, si creemos que lo podemos hacer y dejar atrás los efectos colaterales. Cuidaros que estamos mejor que antes.