José María Esteban

Dibujemos nuevos bordes

La naturaleza sabe defenderse sola, cosa que en mi opinión es lo más creíble

José María Esteban

En aquellos felices años sesenta del siglo pasado, ir a la Fuente del Gayo desde los Bateles era una aventura. Tan lejos de allí entonces, se convertía en un dichoso encuentro con la naturaleza y el monumento de las Tres Piedras. Recuerdo como teníamos que ... agacharnos para beber del gran chorro de la fuente que daba nombre a la playa, cuyo delicioso líquido se desparramaba insolente sobre una fina arena en la que apenas se divisaban rocas emergiendo.

A este manido cambio climático , que ahora con el coronavirus se ha visto mejorado, ya lo hemos dicho en otras ocasiones, hay que hacerle caso en lo real pero no en lo comercial. Este mundo convierte todo en mercantilización, lean lo dicho en la COP25. Sigo insistiendo que es producto unido de muchos más fenómenos naturales que los que el hombre produce, ya que si no, estamos llegando a una catástrofe demasiado rápida y potente. La naturaleza sabe defenderse sola, cosa que en mi opinión es lo más creíble. Aun tendremos que saber si el bicho que nos encarcela, es natural o de laboratorio y como va a cambiar las prioridades.

En estos últimos años los efectos de las mareas, los oleajes, las intensas lluvias están avisando que algo ocurre, y nos recuerdan su importancia en todas las estaciones. Aunque convirtamos en noticia trágica lo que conocíamos hace años, hay que creer en lo evidente y pragmático: nuestros bordes con el mar y los ríos están cambiando . Sí, cambiando, no solo en estos últimos años, sino desde hace lustros y siglos, con dos circunstancias que no hemos controlado nunca y que traen estos problemas.

Primero, la colmatación humana en los límites del agua. El agua tiene desde que el mundo es mundo sus cauces, sus orillas irregulares, sus propios desagües, y nosotros los estamos ocupando. ¿Por qué creen Uds. que se colocan casitas en esos sitios? No es sino porque el valor económico manda y el incumplimiento de las normativas de costas y urbanísticas es patente y notorio. Los promotores y técnicos, además, ayudamos no sabiendo planificar en terrenos donde no se debe habitar. Esperemos que las nuevas leyes no lo empeoren.

Segundo, ocupamos esos límites geológicos propios de la naturaleza, porque, somos seres nacidos del agua y su atracción ancestral nos llama. No solo se ha convertido en un lujo vivir en las líneas costeras o fluviales, sino que ha sido un buen negocio, al menos en este país. La visualización del gran azul o del arroyo, ha sido una mercancía muy apetecible y de prestigio. La nueva era quizás lo deba valorar de otra manera.

Estos terrenos usurpados, son de nuevo rescatados por la madre Natura. Encima nos quejamos de ello, sabiéndolo de antemano. Véase en estos días como un virus de naturaleza animal, rige el mundo, alejándonos de esos bordes. Estos conceptos que son tan inmediatos y fáciles de comprender, son continuamente desoídos por el ego de posesión que todos llevamos dentro. Tener una primera línea de playa o río, ha supuesto un estatus que da poderío y señalamiento económico. Pero cuando llega el agua, se acabaron los rollos, hay que emigrar, y no pedir al común que encima te lo arregle. Puede ser una reflexión vital para la vuelta del confinamiento.

Las líneas del agua y los cauces cambiaran, y mucho. Hay que modificar el concepto y la cultura de su uso. Si en la Fuente del Gayo nos agachábamos ayer para beber, hoy ese caño, muy débil, a casi tres metros del atura, donde las rocas han salido, la arena ha bajado y seguirá bajando, nos lo atestigua. Casi va quitando el sentido al topónimo.

Tenemos que ir borrando y dibujando hacia atrás los bordes expoliados al agua y a nosotros mismos. No con falsos muros que de nada servirán en el tiempo. Es evidente que la lucha está casi perdida y no habrá quien pague los daños y el ‘coronitas’ sabe también de esa debilidad. Salud.

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