Opinión

El derecho a elegir

Votar es estar satisfecho con uno mismo y cumplir con esa sana obligación de elegir para que los campos se trabajen y vengan las mejores cosechas

José María Esteban

Estaba la cola que se salía del sancta sanctórum de los votos. Aquellas cabinas que ya casi nadie utiliza suponían alegres recuerdos de otros tiempos, donde la intimidad amplia y compartida, ese día de elecciones, nos llenaba de satisfacción. Se van perdiendo las confianzas y ... ya cada vez más nos situamos fuera del tapete electoral.

El cíclico tiempo de llamada al rito cuatrienal nos recuerda lo importante que es disponer del derecho a elegir. Elegir sanamente sobre quienes deben representarnos. Pero ya sabemos que asiduamente solo se representan a ellos mismos. La cultura política de este país, como ya hemos dicho en algunos artículos, se nutre ahora de aspavientos. Luego en la duración del periodo de mandato, supone un griterío entre ellos que nos aleja de los objetivos de la mayoría.

Hay que decirlo claramente, nuestra tierra es mucho más importante que jalearse para luchar solo por el poder. Nuestra tierra, que necesita adelantar muchos puestos en el ranking nacional es blanca y verde porque su alma es pura y sus campos deben ser arados por todos para compartir sus frutos. Arar significa generar surcos en las tierras, para que estas se aireen y oxigenen, suponiendo la mejora de las siembras y el agarre y desarrollo de sus simientes. Pues eso es lo que debe suponer en esta Andalucía de nuestras carnes, la cita democrática: poder preparar las tierras para que den sus mejores frutos. La mala política olvida asiduamente el objetivo principal, que es el servicio a los ciudadanos. Se llenan la boca en sus proclamas, sobre lo importante que somos los que votamos. Después es otra cosa. Ojalá se palpara un cambio real y concluyente de mentalidad y gestión, que nos haga más protagonistas, y no solo el día de celebración de la ceremonia de la democracia.

Nunca he dejado de votar. Votar significa involucrarse utilizando las reglas de juego que nos hemos dado. Aunque haya que cambiarlas y adaptarlas a los tiempos. Votar es estar satisfecho con uno mismo y cumplir con esa sana obligación de elegir para que los campos se trabajen y vengan las mejores cosechas. Sea en blanco o sea a quienes escojamos, votar es la auténtica forma de entender nuestra plaza única. En ella todos tenemos derechos a jugar, en consensos que nos permitan mejorar sanamente nuestros retos y formas de vida.

Por eso creo que debemos salir de esa desidia de acercarnos al consciente hecho de defender nuestra opinión y libertad, para que ocurra lo idóneo este próximo domingo. Esperemos que lo que pase después, sea lo mejor para nuestra tierra, tan necesitada de subir y creer en sí misma. Hay tierra, hay ganas de arar, y sobretodo ganas de cosechar.

Sea cual sea el resultado, debe contentarse a la mayoría. No sea un juego de uniones a posteriori, que no son ni mucho menos las que se han propuesto en los programas. Tampoco que los números de votos se contradigan, por la atomización del elevado número de opciones concurrentes a estas elecciones.

Así pues, acudan a la cita de este fin de semana. Decidan lo que más les puede interesar o les haya convencido en los programas. Pero no se lamenten luego, cuando ellos salgan por nosotros, y ni siquiera Ud. haya aportado un granito de uva en la vendimia electoral. Solo la fuerza de los votos hará que los resultados puedan alentarnos a perfeccionar esta existencia, que a veces se hace tan anodina y desesperanzada. El derecho a elegir, es lo único que nos hace únicos en la gran ceremonia de la democracia. Cuidaos.

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