José María Esteban
Como si nada hubiera ocurrido
No habremos aprendido nada si no somos capaces de devolvernos a una época más decente
Ella seguía paseando cada día, como buscando lugares que nunca encontraba, a pesar de su diaria, asidua y sosegada caminata. Tenía contadas las losas de los suelos como el que cuenta los cigarrillos que quedan, ante un inminente abandono del vicio. Su mente no era ... capaz de recobrar impulsos e ilusiones renovadas. Todo lo que le llegaba, le sonaba a nada mejor. La época, que fue la más dramática vivida, continuaba en Ella a pesar de los buenos augurios.
Todos los datos se unían y dirigían hacia una cierta normalidad, que llegaba con los buenos resultados de pocos infectados e incidencias de zonas cero casi sin riesgo. Todo el país iba soltando amarras. El ánimo parecía que se elevaba por encima de los negros nubarrones ya pasados, en una larga y tensa espera. De nuevo se abrían todos los bares, cines, teatros, restaurantes, estadios y los aforos se permitían al cien por cien. Se entendía que las necesidades dejadas, se recobraban con mucha más fuerza y el trabajo debería llegar también para Ella.
Los defectos y déficits detectados, muy evidentemente en la época más rara e insalubre de las últimas décadas, no habían sido asumidos. Continuaban las consultas por móvil; los hospitales y colegios seguían con escasos recursos; los servicios seguían muy escuálidos y en muchos casos, menores que al comienzo de la enfermedad. Por eso Ella, seguía paseando, porque nadie la llamaba para volver al trabajo.
A río revuelto, ganancia de pescadores, que sugería el Marqués de Santillana allá por 1541. Un dicho que nunca deja de defraudarnos en su gran verdad. Habría que haber devuelto todos los ertes a su sitio. Habría que haber contratado más sanitarios, docentes y orden público, que han dado la cara exponiendo sus vidas. Habría que haber abierto las contrataciones y empleos para que esta sociedad esté más decentemente preparada para los posibles rebrotes y retos. Para que la economía avance más segura.
A pesar de lo sufrido, la merma seguía y con ello la desesperanza de muchos que, como Ella, seguían paseando, contando cuadraditos. Una forma lánguida de asumir la vida ya con pocas fuerzas para ser superada. Los que hemos pasado esta época de confinación, con lo seguro mantenido, no somos capaces de sentir como muchas familias, afectadas en su vientre, han padecido esta dichosa pandemia. Por muy larga que se haga la espera, si el final no llega en forma de verdad recuperada, no solo deja a muchos en el camino, sino que destroza cualquier corazón.
Con los buenos datos, todos creíamos que esto cambiaría a mejor y venía ya un tiempo, si no estable, al menos mejor a la anterior crisis del 2008. Pero lo único que vienen son dificultades para pagar la luz que asusta y nadie entiende por sus subidas abusivas. Ver que los precios han subido, aprovechando del tirón y vender más caro. Mucha ganancia y poco reparto. Ella veía que el subsidio no alcanzaba los mínimos objetivos de su cesta de la compra ni los gastos de la familia, para vivir honestamente.
No habremos aprendido nada si no somos capaces de devolvernos a una época más decente. Prioritariamente en la salud, pero también en los recursos, infraestructuritas, más presencia en el tratamiento de los servicios públicos y sobretodo trabajo, a ser posible para a todos. Es injusto no abastecer dignamente una sociedad exhausta por el esfuerzo y necesitada de ilusiones y confianzas. Ella quería volver al trabajo, sumarse a la normalidad con el suyo propio. Mientras la enfermedad la acompañaba, ya como una suave sombra sin descanso en su paseo diario. Como si nada hubiera ocurrido. Salud.