José María Esteban

Ser agradecido

Debemos agradecer la bondad que la vida nos ha dado compartiendo una ciudad como Cádiz y su entorno

Vista aérea del casco antiguo de Cádiz

José María Esteban | Arquitecto

Comienzo hoy una serie de artículos para LA VOZ, agradeciendo en el nombre de su director Ignacio Moreno Bustamante su amable invitación a formar parte del grupo de opinión en este medio.

Ser agradecido es de bien nacido. No debe haber mejor comienzo para establecer ... este contacto quincenal con los ciudadanos, que hacerlo con una honesta gratitud por dejarme entrar en este diario y contar con mi opinión en temas de interés de esta ciudad y su provincia. Un aprendiz de persona y de arquitecto preocupado por la arquitectura y especialmente por su patrimonio cultural heredado, con la dificultad que ello supone, –no lo digo por decir– , me llevará segura y respetuosamente por la información divulgativa y una opinión crítica constructiva. La colaboración irá en dosis de pequeñas y cómplices delaciones, buscando sus claves y soluciones. Mojándome si es necesario, más que lo está la plaza de San Marcos de Venecia estos días, y con el debido respeto, abusando de la libertad de opinión.

Todos debemos agradecer la bondad que la vida nos ha dado compartiendo una ciudad como Cádiz y su entorno. Una población situada en un sitio mágico, un enclave único, maravilloso y que tiene todos los recursos para hacer feliz a los seres que la habitan. Una realidad histórica y cultural bien situada, con comarcas importantes y posibilidades sociales y económicas, que debe ser reconocida como una de las mejores zonas habitables de la cultura occidental. Una tierra que siendo atlántica, es más mediterránea que muchas de su cuenca. Esa herencia nos dio carácter abierto, liberal, mestizo, riquísimo para sus gentes, que la identifica como única, peculiar y amable. En mi opinión, todos debemos estar muy agradecidos por compartir este singular sitio patrio.

Independientemente de otros aspectos de carencias cíclicas y ancestrales, esta calidad vital que debemos compartir, es una realidad patente y clara. Otros que van viniendo, cada vez más, son capaces de verlo y se faculta cada día como un destino, propicio para vivir y morir, mucho más reconocido que lo hacemos nosotros mismos.

Pero también debemos ser bien nacidos al aplaudirlo, cuando compartimos un marco en la Bahía y en toda la provincia, complementario y acogedor, con ciudades cuyo encanto y versatilidad agregan valores entre todos. Con puentes y rutas que vienen y van, con trenes, que ya vendrán y llegaran, con corazones que laten a un ritmo amplio, lento y a la vez rápido, de cordial trato y de culturas atávicas, sensibles y remotas, que son nuestro mejor carácter y forma de ser.

Termino agradeciendo, ya que ese es el título del artículo, en nombre de todos si me permiten, esta ventana que se me abre, por la invitación a su escritura y lectura, con la enorme satisfacción de compartir este lugar, y tal como se me vaya ocurriendo, mi preocupación, con Ustedes, por dejar un mundo mejor para los que nos sigan. Aunque solo sea mediante negro sobre blanco. Gracias.

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