José María Esteban
El África expectante
La vida está llena de pasajes sucesivos en los que nos apoyamos para seguir motivando nuestro deambular y continuo existir
Las experiencias de vida, cuanto más duras, más permanecen en nosotros. Hay quien dice que solo los momentos felices se incrustan en nuestra memoria, olvidándose los menos agradables. Nuestra retentiva tiene un carácter selectivo que recuerda lo que recuerda en función de diferentes parámetros difíciles ... de asegurar, aunque ya muy estudiados.
La vida está llena de pasajes sucesivos en los que nos apoyamos para seguir motivando nuestro deambular y continuo existir. Los retos de futuro y los proyectos por acometer el avance personal y social, se establecen como metas de anhelado alcance. El esfuerzo y la motivación son básicos e imprescindibles en su obtención.
Mis experiencias en África profunda han sido muy intensas y dispares. Hoy hablo del África en la franja del Sahel, que significa la línea de costa con el desierto, donde la límpida mirada se viste de azul, y la piel obtiene ese tono cobrizo oscuro, tan bello y reluciente. El Magreb, muy diferente, cuya historia común nos recuerda que hemos sido el mismo destino, bañado por el común mar de en medio de la tierra, el más culto de la humanidad occidental, según nosotros. No es raro el acuerdo alcanzado con el vecino del sur hace unos días, es la línea hereditaria. Aquellas experiencias en Senegal fueron a veces muy duras. La significación del color de la piel no se palpa hasta que estás allí y comparas sus naturalezas de vida con las tuyas. Las desigualdades han generado mundos dispersos que hacen complejo el entendimiento. Hay que saber ponerse en su lugar lleno de historias aprovechadas, para poder entender sus reacciones.
Le han dado este año a Diébedo Fracis Kéré el premio Pritzker de arquitectura, de reconocimiento mundial. Me congratula ver la similitud de las corrientes culturales y la diferencia aplicada a mundos, en los que al fin y al cabo solo nos distinguen las imágenes aprendidas en cada lugar. Kéré nació en Burkina Faso en 1966. Este arquitecto se encuentra en la edad de mayor creatividad. Lo que me importa destacar aquí, no es solo su procedencia racial y sus valores profesionales, sino los sentidos de sus proyectos, enmarcados en formas que surgen fundamentalmente de sus propias nacencias. Las obras de este magnífico colega, -suena a orgullo, y lo es-, rezuman estructuras vernáculas de los sitios donde creció. Formas africanas utilizadas con el moderno concepto de la sostenibilidad, que todo lo cose, parte del porqué del premio. Se trata, como en todo, de calcar un sistema autóctono depurado por el tiempo, que, no conociendo ese palabro inventado en occidente, pertenece a un genoma que bebe de las fuentes nativas. Surgen así más naturalmente respetuosas las bellas arquitecturas
Los premios Pritzker, nutridos por nobles arquitectos como Koolhaas, Stirling, Johnson, Niemeyer, Foster, Ando, Ghery, Hadid, etc., todos compañeros mártires, son el reconocimiento culto y respetuoso a la propia Arquitectura, vestida de nombres. Como otras artes, intenta ser el encuentro entre la razón de existir en este mundo y la necesidad de disfrutarlo amparados por espacios y volúmenes que nos hagan más felices, seguros y funcionales. Si son logrados estéticamente, ya el concepto se cierra íntegramente.
Los proyectos de Diébedo Francis Kéré, nos recuerdan que sus escuelas, edificios institucionales o domésticos, sean en Burkina faso, Malí, incluso en China, buscan no solo esa sostenibilidad en la materialidad constructiva, sino lo más importante: el deseado entronque con la adecuada respuesta social donde se hacen. Algo va cambiando y no solo por el color. Cuidaos.
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