Memoria

Tengo en la memoria las caras de aquellos chavales de cuando empezamos y aquella ilusión que nos movía y nos reunía cada noche en un ensayo. Con sólo hacer un buen papel nos bastaba. Lo demás ya era un regalo

José Luis Bustelo Sánchez

Aún tengo en la memoria las caras de aquellos chavales de cuando empezamos. Los primeros años. Y aquella ilusión que nos movía y nos reunía cada noche en un ensayo. Con sólo hacer un buen papel nos bastaba. Lo demás ya era un regalo. 1977, ya hace. Y desde entonces veo esas caras infantiles. José Luis ¿Vamos al Falla? Venga, va. Y con eso estaba resuelto. Ni se especulaba, ni calculaban o miraban conveniencias. Lo que se ocurría ya iba a misa. Ya está, lo más sencillo del mundo. Quizás hoy no sea tan igual, porque los tiempos cambian y el esmero lo ha sofisticado todo un poquito.

Aprendí a tocar la guitarra sólo para poder salir en Carnaval. Sin maestros ni academias. Mirando cuadernos de música, oyendo cintas, discos. Viendo a otros tocarla. Y ahora que la sigo tocando, como siempre digo, para mí, no puedo remediar acordarme más de la gente que he conocido que de mis propias cosas.

Se me olvidan muchas letras y músicas que hice con mi guitarra. Pero no se me olvidan los que cantaron esas cosas. Puede que en casa tenga metopas, placas y todo eso que te premia por algo. Pero yo no las llamo premios ni nada parecido. Las tengo y nombro como recuerdos de momentos que viví. Buenos, malos y regulares. Y también son como viajes en el tiempo que me recuerdan a todos con los que estuve. Y ese es mi repertorio. No sé si bueno, pero es el que me vale. Mi satisfacción de ahora radica en eso y que no medirá ninguna competición.

En todos estos años no he parado de conocer a muchos, incluidos enfadillos por el medio. Y de todos me acuerdo. No sé quién fue el causante, pero si hay que buscar un culpable yo voto por la guitarra. Si la toco me vienen amigos. Desde aquellas caras infantiles hasta hoy mismo. Y si alguna vez hubo que repartir algo repartimos por igual. Lo que hice fue porque quise y porque me entretuvo y gustó. Hay cosas que no tienen precio, salvo que alguien lo ponga o se lo invente. Si yo pusiese las ganancias por delante de la gente estaría en la absoluta miseria.

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