Zarrapastroso
Lo que importa al vecino es que el tipo o la tipa que se presente para servirnos, lo haga
Al inicio de la semana pasada, un mal llamado periódico digital se hizo eco de la impresionante capacidad operativa y de gestión demostrada por nuestro Consistorio en las cuestiones importantes -esas que contribuyen a paliar las carencias del ciudadano- y publicó un titular infame: “ ... Kichi y sus zarrapastrosos renombran la Avenida Juan Carlos I de Cádiz como Sanidad Pública”, podía leerse en la deleznable página.
Resultaba evidente que ni el editor ni el redactor de la noticia eran de Cádiz. Es imposible tener peor gusto y menos gracia al titular una noticia y tratar de tachar la gestión de un gobernante. Y, por otra parte, cualquiera de aquí sabría que ese tipo de grosera descalificación solo sirve para que el interpelado se revuelva, saque a relucir su vena de punta jurado y se olvide del pan prometido para dedicarse al circo.
Aquel titular, además de inaceptable, es torpe. Ese tipo de exabrupto son los que espera -incluso me atrevería a decir “necesita”- el munícipe para pasar a la acción, fabricar alguna octavilla con la que movilizar a sus deudos y colocar alguna bandera en el balcón con la que abran algún noticiero de La Sexta. Y meter así otra cuñita de autobombo vacuo. E incluso es posible -todo está por ver- que el mandatario aproveche la corajina y, en una tarde de domingo y levantera, cambie todo el nomenclátor municipal; y amanezcamos así un lunes viviendo en el “Paseo Tienda Decathlon” donde antes se rotulaba “Carlos III”.
Y entonces se enfadarán los pocos comerciantes residentes y resistentes y echarán en cara al Salvochea redivivo que malgasta los recursos en políticas efectistas y huecas mientras la ciudad se hunde. Y, con ello, los letristas de la chirigota volverán a redactar otro relleno del libreto firmado con “K” en el que acusarán a aquellos ciudadanos reclamantes de fachas y defensores de los Borbones. Y volverá la pescadilla al fondón. Y seguirán viniendo los circos al solar del hospital mientras la ciudad va quemándose. Todo con tal de no dar golpe.
Porque cualquiera de aquí sabría que al alcalde se le puede llamar laxo, iletrado, ineficaz y hasta negligente. E incluso puede hacerse toscamente, como algún portavoz de la oposición, usando los sinónimos menos refinados de flojo, ignorante, inútil u holgazán. Y no pasa nada. El alcalde no moverá un músculo, porque -como buen comparsista y mejor regidor- sabe encajar como nadie la sana crítica y respeta sobremanera la libertad de expresión. Él, licenciado en Historia, sabe que -de no respetarse dicha Libertad- podría encarcelarse a quien irrumpe en una sala amenazando con dinamitarla o se prohibiría subir a un escenario a cualquiera con ínfulas de juglar que ridiculizara a una gobernante.
Pero si descalificativo se dirige hacia su indumentaria, su lenguaje, su aspecto físico o su evidente sobrepeso, el alcalde muestra la hipersensibilidad de su finísima piel y se revuelve contra la agresión con ímpetu. Demuestra el hombre que es un ser sensible y todos tenemos que apoyarlo en esa denuncia. El insulto es execrable y como tal, hemos de repudiarlo.
Más no se equivoque este señor al aburrir al ciudadano con el tratamiento de sus carencias. Lo que importa al vecino es que el tipo o la tipa que se presente para servirnos, lo haga. Porque todos sabemos que un tweet es más barato que una consulta en el psicólogo, pero los demás no podemos seguir aguantando que la molicie del señor González quiera lograr que la ciudad quede perfecta … para irse.
Se le paga un sueldo para que trabaje por ella. Y el que lo done no le excusa para cumplir su obligación.
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