Viva el rey... vivo

Necesitamos un líder real, con minúscula. Y válido, más que valioso. Alguien que demuestre su compromiso con la Nación y nuestro bienestar

A pesar del inefable Tezanos y su maquinaria de propaganda, no creo que me premien por mi agudeza mental si expreso que somos varios millones de ciudadanos quienes consideramos que nos ha tocado pasar esta pesadilla -la peor desgracia que ha sacudido a ... España desde la Guerra Civil- en manos de una banda de inútiles .

Podría haber utilizado sinónimos que enmascararan la dureza del calificativo, pero he optado por el expuesto por considerarlo más ajustado y, desde luego, más beneficioso que otros que este modesto aprendiz de columnista jamás usará. Nunca, desde éstas líneas, llamaré golfo, malhechor, delincuente ni, mucho menos, criminal, a ningún miembro del gobierno. Aunque en mi trayectoria profesional haya sido testigo de investigaciones judiciales y sentencias condenatorias por cuestiones que, comparadas con las tropelías que descubrimos a diario, se quedan en juegos de guardería.

Así que me permitirán ustedes que insista en llamar inútil al presidente del gobierno y a la tropa de trapo que le rodea . Pero adviertan que lo hago en el sentido gramatical exacto que nos ilustra el diccionario: Que no produce provecho, servicio o beneficio . Porque no me negarán que el tipo ha dado en el tipo: Desde su acceso al poder por la exitosa moción de censura a Mariano Rajoy, el honesto y leal Pedro Sánchez -más allá de la propaganda- no ha llevado a cabo una sola acción beneficiosa y efectiva para la Nación. Y tanto su actuación, como la de sus segundos y terceros, en la crisis que nos está matando a razón de 600 compatriotas al día, se encuentra muy lejos de poder calificarse como beneficiosa, salvo para los miserables que utilizan la catástrofe como escenario propicio para implantar su revolución de miseria, opresión y obediencia ciega.

Por esa ineficacia, que nos conduce a la ruina , y ante la excepcionalidad de la situación que nos afecta, no son pocas las voces que claman por un pronunciamiento del Jefe del Estado. Evidentemente, no se pide otra intervención televisiva tan inocua -y hasta cierto punto vergonzante- como la del 18 de marzo. Se le reclama que tome el timón de la nave, dicte órdenes y medidas excepcionales para el cese del gobierno y el nombramiento de otro de concentración capaz de detener la deriva de desastre, destrucción e infamia.

Los melindres opondrán que el Rey se encuentra ceñido por la Constitución. Ésta, en su artículo 56 dice que el Monarca “arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones”. Es decir, el papel de la Corona se encuentra reglamentada solo en caso positivo: que la maquinaria marche de forma ordinaria. Pero … ¿qué sucede en el caso contrario? ¿Qué debe hacer el Rey cuando las instituciones colapsen? ¿Debe don Felipe mostrarse impasible ante la demolición controlada de las garantías y libertades consagradas desde el consenso constitucional de 1978?

Mucho es lo que está en juego. Y no solo para nosotros, modestos contribuyentes vapuleados. Necesitamos un líder real, con minúscula. Y válido, más que valioso . Alguien que demuestre su compromiso con la Nación y nuestro bienestar y de un paso al frente con la valentía y ejemplaridad necesarias para que otros podamos secundarle y encontremos un rumbo al que aferrarnos. Si ese movimiento no se produce, es evidente que nadie va a sacrificar el plato de comida de su hijo en pos de un etéreo ausente cuando un títere desdentado dicte un decreto de destierro y nos imponga una nueva bandera.  

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