OPINIÓN
Todo es mentira
Tengo mi particular punto de vista sobre la vacuna anti-virus chino, pero no se preocupen que les ahorraré el plomo
Tengo mi particular punto de vista sobre la vacuna anti-virus chino, pero no se preocupen que les ahorraré el plomo. Solo quiero contarles que me vacuné por la única razón de poder viajar fuera de España sin suponer un problema añadido a mi compañera ... de vida. Así que, guardándome para mí la corajina por ser incapaz de practicar lo que predico, me dirigí por dos veces al aparcamiento de Navantia a sufrir un dolor intenso tras la primera dosis y el atropello de un camión tras la segunda. Pero al menos obtuve el papelito certificado con el que me ganaría el beso agradecido de mi amada y, falso sería ocultarlo, el billete de avión que nos llevaría a un paraíso soñado por el menda desde que hizo la Primera Comunión.
Sucede, no obstante, que una semana antes de volar recibimos un correo electrónico de la agencia de viajes que nos informaba de un cambio normativo en el país de destino y se precisaba, ahora, una PCR negativa en el plazo de 72 horas previas a la entrada en el país. Extrañado, tras confirmación telefónica del responsable en la que se insistía en la necesidad de esa prueba y no otra, consulté de nuevo la página web de aquel gobierno y no indicaba nada al respecto. Para colmo de desinformación, el consulado en Andalucía no sabía nada; y el de Barcelona contestó que valdría tanto la mentada PCR como el más simple (y barato) test de antígenos.
Así que, molesto por la obligación de hacerme una prueba adicional (¿para qué me he vacunado entonces?) y para evitar problemas, acudimos a realizarnos la más garantista (y cara), con resultado negativo, afortunadamente.
Pero ahí no cesaron las trabas. Para entrar en el país se requería realizar -entre cuarenta y ocho y veinticuatro horas antes- un registro de entrada en una página web habilitada al efecto, tras el cual se facilitaba un código de barras personalizado a cada viajero. Más datos, más control… «Todo sea por la seguridad», trataba de consolarme -y calmarme- quien ha tenido la caridad de compartir su vida con este insoportable gruñón que les escribe.
Así que, consolado, calmado e hiper registrado, nos dirigimos al mostrador de la compañía aérea que nos llevaría al País de las Sagas Vikingas (apunte necesario para que no crean que lo sucedido ha ocurrido en algún entorno extraño a Europa) y allí nos pidieron pasaporte, certificado de vacunación y el código de barras que les cuento. Pues bien, solo teclearon los datos del pasaporte. Respecto a los otros dos documentos (que llevamos impresos en papel común, para evitar problemas con el móvil), bastó una mera visual en diagonal. Ningún escaneo al código QR ni al de barras. Y lo mismo sucedió a nuestra entrada en el país, donde nos bastó con ondear el documento de identidad y el código de barras, sin que ningún oficial de policía, de los muchos que se ordenaban en mostradores de control de extranjeros, tuviera la preocupación de comprobar la veracidad o la posible (por sencilla) manipulación de un documento pdf. Y respecto al resultado de la PCR, adivinen para qué sirvió… Efectivamente, solo rentó a la clínica que nos cobró unos salerosos 100 € por cabeza para que NADIE tuviera siquiera la curiosidad de saber si el visitante extranjero podría haberse infectado -o no- en el ínterin existente entre la fecha de la última dosis de la vacuna y la fecha del viaje.
Pero lo peor sucedió a nuestro regreso a España. A la llegada a la Terminal 1 del Aeropuerto de El Prat, el único control existente consiste en un señor que te pregunta «¿de donde viene usted?». Basta que le contestes «de Bilbao» (por ejemplo), para que te derive al pasillo de «nacionales», en el que nadie saldrá a tu paso pidiéndote ningún tipo de documentación. Ancha es Castilla.
No puedo negar la existencia del virus (aunque por todos los medios trate de ocultarse su origen) ni las consecuencias de la enfermedad, porque sería un insulto a mucha gente afectada. Pero la idea de que toda esta parafernalia forma parte de un embuste muy gordo no me la quita nadie.