Yo sí te creo
En este fantástico país que nos ha tocado contribuir, un tipo culpado de según qué (y, sobre todo, según quién le incrimina) tiene que buscarse las papas para demostrar su inocencia
Durante alguno de aquellos escaqueos útiles que practicábamos en la Universidad, formándonos en la vida y huyendo de clases inútiles, me relataron un episodio verdaderamente ejemplarizante . Según el relator, estando este junto a su pandilla en alguno de los patios que formaban su ... universo tardo-adolescente, pasó cerca un -por entonces- conocido personaje de aquel barrio. El muchacho en cuestión, que en absoluto disimulaba su condición sexual, lucía una camiseta femenina con efecto rompedor en alguna mente ajustada . Tan rompedor como su movimiento de cadera. Y uno del grupito, súbitamente, le gritó, rabioso: «¡maricón!».
Evidentemente, el ánimo del pandillero no era otro que el de hacerse el gracioso ante los demás (a no ser que ocultara otro más avieso y que tuviera que ver con algún ajuste de cuentas despechado) y evidentemente esperaba que el interpelado hundiera su cabeza entre los hombros y saliera despavorido del lugar ante la risotada del grupito.
Pero la escena se invirtió. La supuesta víctima del escarnio se paró en seco e irguió aún más su orgullosa melenita, en búsqueda del eructante. Y al localizarlo, pavoneándose entre sus cómplices, le respondió . Se dirigió hacia él, solo frente a la manada, le pegó un sonoro bofetón y le espetó: «sí, pero la tengo más grande que tú».
Lo único que sí se produjo y entraba dentro del efecto buscado por el pretendido agresor fueron el escarnio y la carcajada de los suyos, aunque con efecto adverso. E l 'gracioso' quedó mudo y desencajado ante el desternillo no solo de sus correligionarios, sino de paseantes y vecinos .
Me vino a la memoria esa anécdota cuando me dispuse a escribir sobre todo lo que he estado leyendo sobre el caso Cala y tratar de dar un enfoque distinto al manido de la Presunción de Inocencia. No porque considere que ese principio no merezca defensa (soy abogado, ¡por el Amor de Dios!), sino porque soy realistamente consciente de que la invocación del mismo no produce, ya, ningún efecto . En este fantástico país que nos ha tocado contribuir, un tipo culpado de según qué (y, sobre todo, según quién le incrimina) tiene que buscarse las papas para demostrar su inocencia . Y eso ocurre, demasiadas y desgraciadas veces, ante la pasividad -cuando no la participación en su contra- de quienes tienen como misión velar por el cumplimiento de la Ley y la defensa de los derechos de los ciudadanos.
Porque ustedes me dirán. Si una de las misiones de un fiscal, según el artículo primero, del Título primero, Ley 50/1981, 30 diciembre, por la que se regula el Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal , es la de « promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad y de los derechos de los ciudadanos »… ¿Cómo es que no se ha iniciado ninguna investigación de la Fiscalía contra nuestro inefable alcalde, Iglesias, Errejón o cualquier concejala de segunda que se haya lanzado en jauría rabiosa contra el jugador del Cádiz tachándolo de racista sin juicio previo? ¿Cómo es que se vulnera uno de los principios fundamentales de nuestro ordenamiento jurídico -la Presunción de Inocencia- y ningún poder público actúa frente a quien lo vulnera, hundiendo en la miseria a quien no puede defenderse?
Para otro día dejaremos el análisis de la denuncia de la supuesta víctima. No creo que deba ceñirse el debate a una cuestión de hombría, sino de integridad . El muchacho de la camiseta florida la defendió con valentía y con honor. Valores que escasean en esta sociedad hiper-regulada e hiper-proteccionista … solo para algunos.
Ver comentarios