Los revolucionarios
Y allí estaba la pobre señora, presidiendo el palco creyéndose tan querida como Eva Perón y soportando los escupitajos verbales lanzados por dardos muy progresistas, muy feministas y muy sororarios
¿Me permite que les cuente una pequeña fábula? Cierre los ojos. Transpórtese a un uno de Febrero de cualquier año situado entre 2005 y 2015. La ciudad está inmersa en los prolegómenos de su Fiesta y a usted le ha venido el ... antojo de adquirir una entrada para asistir a una sesión del Concurso (los acrónimos, para los cursis y acomplejados).
Ahora trate de recordar el ambiente político local en aquellos años, sobre todo los últimos. La alcaldesa se encuentra cada vez más enrocada en su egolatría, celosamente preservada y alimentada por un círculo estrecho de cancerberos cuya función principal consistía en velar que nadie osara molestarla con el polvo que levantara ninguna alfombra. La ciudad funcionaba razonablemente bien, pero aún había muchas necesidades que cubrir y esta gente se obnubiló con pantallas leds, televisiones faraónicas, empresas públicas engordadas y dictados omnímodos .
Y allí estaba la pobre señora, presidiendo el palco creyéndose tan querida como Eva Perón y soportando los escupitajos verbales lanzados por dardos muy progresistas, muy feministas y muy sororarios (perdónenme, peores atentados e inventos leo a diario en los informes de los «equipos psico-sociales» adscritos a los Juzgados y tengo que aguantarme).
Entre las agrupaciones críticas de la noche, una que viene dando fuerte desde su actuación –como juveniles- el año anterior. En este, luce el tipo de los jornaleros retratados por Giuseppe Pellizza da Volpedo en su obra «Il Quarto Stato», aunque los propios componentes crean que van caracterizados como en el cartel de una película de un tal Bertolluci que no han visto y parte del público piense que es una aparición extraordinaria del Jurado , por aquello del atuendo (ya se sabe lo que viste aquí un chaleco descamisado y un sombrero en interiores).
Las letras, muy combativas, acordes con su representación escenográfica: golpes de pecho, lamentos desgarrados con mirada gacha y lanzamiento al cielo de puño justiciero, en escorzo inverosímil que se vende como marchamo proletario a un público versado que aguarda, entre verso y verso, el hueco preciso para llamar «fea» a la regidora, en una muestra de cenit intelectual de difícil alcance .
Tras la caída del telón y aprovechando el paroxismo de cierta parte del aforo, que al grito de «¡campeones!» jalea íntimamente convencido de que ese apoyo le catapultará el año siguiente al patio de butacas sin pasar por taquilla, los componentes protagonistas del «pelotazo» reciben instrucciones de los letristas para que aprendan palabros propios de ganador, sin importarles mucho que se entiendan o no. Lo que importaba era indexar el libreto.
Durante los años siguientes, la huella de aquellos campesinos combativos se hizo notar en toda barbacoa playera que se preciara: “Por el Puente Regresarán”, “En Cuatro Años, la Dignidad”, “Por Cádiz”, “Trabajo y Pan”… no había un sarao donde los pasodobles no tronaran, ni un espontáneo octavillita que no diera la nota quebrando la paz del vecindario , que se preguntaba cuándo llegaría la Policía…
Siete años de coplas y carnaval. De ruido y fiesta sin resaca, porque cada día caía un carajillo aún más cargado que el anterior. Y la ciudad terminó convertida en un enorme y pestilente urinario callejero mientras los forofos seguían esperando su cuele en el teatro, aunque este se estuviera cayendo a pedazos.
Si se pregunta usted dónde están los animales de ésta fábula, podrá usted entresacarlos de algún rebaño somnoliento, alguna reata o incluso alguna jauría que, seguro, encontrará en cualquiera de los magníficos rincones destrozados de esta, nuestra sufrida Trimilenaria.
Esperemos que la cordura termine dando cajonazo a esta comparsa chunga .