José Colón
El premiado
Más Garats y menos kichis, sáncheces, casados, marines y demás escombros. Por favor
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El pasado jueves, La Voz entregó sus tradicionales premios anuales, que señalan la labor que personas, empresas o instituciones ligadas a nuestra tierra llevan a cabo publicitando de forma sobresaliente el nombre de Cádiz como sinónimo de calidad. Este año, muy esperado tras el parón ... pandémico, los premiados fueron el fotógrafo Emilio Morenatti, las Bodegas Barbadillo, el carismático entrenador de fútbol Álvaro Cervera y un señor, llamado Javier Garat, del que no tenía la más remota idea de quién era cuando me llegó la tarjeta de invitación que gentilmente me hizo llegar el director de este periódico para asistir al acto.
Uno, que –además de curioso- tiene mucho celo de no parecer un paleto desinformado cuando se presenta donde ha sido invitado, acudió inmediatamente a la biblioteca Google para indagar quién era aquel tipo que, fueraparte de Morenatti, era la única persona física que osaba subirse al mismo podio que Don Gafa, héroe de las esencias gaditanas y creador de un lema que, como todo legado dejado por estas latitudes por quienes aquí se asentaron, formará parte de la legendaria estructura de un noble y carcomido baúl vacío en el salón de la Historia.
Pues resulta que el tal Garat, según la búsqueda que he llevado a cabo en estos días, ni siquiera consta que haya jugado siquiera en las categorías inferiores de ningún equipo señero de la provincia. No ha escrito la letra de ninguna comparsa –el tío malage- y ni siquiera ha aparecido como figurante en ninguna portada de algún suplemento que la prensa local dedique anualmente al Carnaval y sus intríngulis. Item más, resulta que en el curriculum de don Javier tampoco consta que haya sido Hermano Mayor de ninguna cofradía de relumbrón o siquiera que, al menos como último recurso para poder ser «alguien» en el pabellón del «aquí hay que morir», haya protagonizado una huelga de hambre en la puerta de un juzgado exigiendo que se le exonere de un delito de daños y desorden público en defensa de la lucha obrera.
No. Sucede que el único mérito del mentado don Javier, que apenas cuenta con 52 años de edad, es haber dedicado su vida a trabajar, a estudiar y a trasladar el fruto de ese estudio a la mejora de las condiciones en las que se desarrolla la Pesca, su desarrollo laboral, económico y social (con todo lo que eso implica) a nivel europeo y, por imbricación, mundial.
Siempre me quejo del limitado espacio al que debo constreñir mi columna (aunque entiendo que para mi sufrido Director deba suponer un alivio) y me hubiera encantado disfrutar de un triple hueco para poder, al menos, trasladar aquí un breve extracto de su trayectoria profesional. Pero solo el intento (evidentemente, lo he intentado en borrador) excede cualquier espacio que el periódico tuviera a bien concederme. Háganse un favor y búsquenlo, pero les advierto: acompleja.
Quienes me siguen pueden llegar a pensar, al llegar a este punto, que he llevado a cabo una suerte de masajeo cervical extraño al espíritu de mi amada columna impertinente. Es posible. Pero debo alegar en mi defensa que no tengo la más remota línea de contacto o coincidencia con aquel señor ni creo que vaya a tenerla nunca (ni siquiera pude acudir al acto de entrega de los premios, por cuestiones de salud). Pero el conocimiento del tipo y la investigación de su trayectoria me ha reflotado aquellos antiguos anhelos políticos –que alguna vez tuve- de confiar en que mi país fuera dirigido por gente con conocimiento, hechura y honorabilidad.
Más Garats y menos kichis, sáncheces, casados, marines y demás escombros. Por favor.