Los novios de la muerte
«Solo una mente sectaria puede desfigurar la crítica a una gestión de gobierno como una acción ideológica»
«¿Quién ha sido?», «¡Mentirosos»! Así gritaban los manifestantes reunidos 'espontáneamente' el 13 de marzo de 2004, con los cadáveres aun calientes de 191 compatriotas salvajemente asesinados dos días antes. Los gritos se dirigían al gobierno, recriminándole haber mentido en las informaciones que apuntaban a ... la autoría de ETA en la matanza de Atocha.
Ninguna explicación les valía a los alterados justicieros. Clamaban contra un gobierno que salió a informar desde la misma tarde del día del atentado y brindar a la prensa los datos que les suministraba la Policía, el CNI, los servicios de inteligencia franceses y otras fuentes. Un gobierno noqueado al que no se le permitió margen de error alguno ¡¡sin que apenas hubieran transcurrido 48 horas desde el ataque!! y al que de forma ruin se le hizo responsable ('Cómplice', llegaron a gritar algunos) de la masacre por parte de unas hordas teledirigidas con un único afán: alcanzar el poder político.
La catástrofe y el caos organizativo fueron aprovechados como inesperada catapulta para aupar a un candidato inocuo, originariamente designado para ser inmolado en las elecciones ante el respaldo mayoritario de la ciudadanía al partido en el gobierno y con el recuerdo aún latente de la estela de corrupción, paro y desmanes de los catorce años de socialismo anteriores.
Hoy, los herederos de aquellos justicieros exaltados afean que se critique al gobierno por la errática y malograda gestión de esta crisis que nos azota. Siendo las diferencias notorias entre una y otra situación, se hace aún más sangrante que se exija unidad, fe y obediencia ciega en los dictados de esta pandilla.
Este gobierno incapaz -y sus secuaces- arremeten contra quien denuncia su negligencia, llegando a tacharlo de «antipatriota». Ponen como ejemplo de lealtad a la situación que se vive en Portugal, donde la oposición apoya al gobierno en la gestión de la crisis. Algo ejemplar. Pero olvidan el dato fundamental que supone que en Portugal el gobierno está realizando una labor, efectivamente, ejemplar. Su tasa de mortalidad, 32 veces menor a la española, lo certifica.
En Portugal las vieron venir cuando en España se contaban 150 contagiados. En Italia, dos mil. Hablamos del día 2 de marzo. Y se actuó rápido. La vida les iba en ello. Y ante la eficacia y la transparencia solo queda apretar las filas y marchar al unísono. Esto no es cuestión de ideologías ni de envoltorio en ninguna bandera: es una cuestión de responsabilidad.
Solo una mente sectaria puede desfigurar la crítica a una gestión de gobierno como una acción ideológica. La oposición en España, en su crítica y denuncia, se mueve por las cifras que evidencian la persistencia en el error, la chapuza y el engaño del gobierno en una situación para que la ha demostrado encontrarse discapacitado. No por ideología.
Esta es usada, precisamente, como aceite que todo lo pringa, por el gobierno y sus cómplices en la tarea de demolición de las libertades democráticas. Todo debate y postura antagónica a la del Ejecutivo es disfrazada de debate ideológico. Es una práctica enfermiza. Y no podría serlo de otro modo: la propagación de una ideología que hunde sus raíces en unos principios políticos causantes de la muerte de cien millones de muertos durante el siglo XX en todo el planeta no puede provenir de una mente sana.
Quizás por esa familiaridad con la muerte les resulte tan sencillo reírse en cada aparición televisiva. Pareciera que flirtearan con ella.