La náusea
Ni un consejero, diputado, concejal o «asesor» socialista, de los muchos que forman parte de algún consejo de gobierno en algún lugar de España, ha tenido la decencia de entregar su acta y decir «hasta aquí hemos llegado»
De todos es conocido el modo de vida del escarabajo pelotero, que trabaja afanosamente entre los excrementos de animales superiores para formar una bola inmensa y la hace rodar hacia su nido, bajo tierra. Una vez enterrada la bola de estiércol, depone en ella sus ... huevos para que las larvas se alimenten de las heces maceradas y repitan el ciclo de su vida. Una vida repugnante desde nuestro enfoque, pero la única conocida para esa especie. Alimentarse de la inmundicia y, luego, hacerla rodar para dar de comer a sus crías, es su modo de ser y estar en el mundo.
El conocimiento de la biología nos facilita un marco de comprensión de la política mucho más preciso que cualquier temario de economía y derecho, de sociología o incluso de psiquiatría. La respuesta a la aparente sinrazón que conduce a muchos profesionales de ese mundillo a comulgar con ruedas de molino y llevarles a defender banderas imposibles no se encuentra en la filosofía, sino en la Naturaleza: no tienen más remedio que hacer rodar la bola para sobrevivir.
Y en el rodaje comienza a forjarse el drama. Una vez que empujas la boñiga -con mínimo esfuerzo, pues es redonda- te acostumbras al olor y te reconforta el calor que se disfruta en el nido gracias a su descomposición. Para culminar el falso sentimiento de bienestar, observas a tus crías crecer sanas y robustas gracias a los nutrientes que extraen del detritus. Y el ciclo continúa, envolviéndote a ti y los tuyos. Y te encierra en un mundo de putrefacción.
Solo mediante el paralelismo con el coleóptero se entiende que pueda existir un político (¡no digo ya un ministro! ¿podrían llegar a imaginarse que lo fuera de Justicia? ¡Eso sería ya una aberración!) que defienda los pactos de gobierno entre el PSOE y Bildu sin que se le agriete el caparazón. Pero júzguelo desde la lógica de ese ecosistema, en el que se entra tras años formando pelotas con la caca arrojada por «seres superiores» para que tú, escarabajito, ayudes en su ocultación y descomposición. Y una vez pringado, empujas mierda con la misma naturalidad con la que respiras. Para siempre.
Imagino que sentirán ustedes un poco de asco si han llegado hasta aquí en la lectura del artículo. Si es así, considérenlo como un ejercicio de solidaridad con quienes han sufrido náuseas durante la semana pasada por culpa de la maldita política, que lo impregna todo. Piensen en quien fuera candidato por el PSOE a la alcaldía de Madrid, Antonio Miguel Carmona, que manifestó a la prensa el pasado jueves que «llevaba semanas vomitando» por mor de la infamia que se ha materializado con la alianza del PSOE con Bildu. Piensen también en otros que, desde el mismo bando, han mostrado su mayor o menor dolencia estomacal por el mismo motivo: Fernández Vara, García Page, Paco Vázquez, Susana Díaz…
No obstante, no tienen por qué preocuparse. Al menos, hasta donde se sabe, ninguno de ellos sufre riesgo grave por su malestar. A la fecha en la que usted lea este artículo (créanme, no importa cuándo lo haga), los dolientes siguen bebiendo y comiendo de la misma olla podrida, lo cual es significativo de la relatividad de la afección que dicen sufrir.
Como leí el viernes en un tweet, ni un consejero, diputado, concejal o «asesor» socialista, de los muchos que forman parte de algún consejo de gobierno en algún lugar de España, ha tenido la decencia de entregar su acta y decir «hasta aquí hemos llegado». Ni uno. Ninguno se ha enfrentado a la infamia que ha materializado el despreciable tipo que, queriendo humillar a Arrimadas, ha pactado con quienes homenajean a sucios asesinos de niños y ha terminado humillando a la Nación, sabiéndolo y gustándose.
Pero los escarabajos están calentitos en su nido. Fuera hace frío. Y el excremento del rumiante no sabe tan mal.