OPINIÓN
Er mejón
Lo bueno de poder dirigirme a ustedes los lunes es que he tenido una perspectiva casi completa de la semana transcurrida
Lo bueno de poder dirigirme a ustedes los lunes es que he tenido una perspectiva casi completa de la semana transcurrida y cuanto en ella ha acontecido, lo que me nutre de temas a abordar y suple la falta de talento que otros tienen para ... entretenerles de manera original. Pero lo malo, ¡ay!, es que en algunas ocasiones el aldabonazo informativo ha sido tan notorio que se me hace imposible no tratarlo y, claro, a estas horas ya habrá leído usted más y mejores crónicas al respecto, lo que me condena al rincón de los trillados.
No obstante, apelo a su comprensión. Cá uno tiene sus caunás y quien me conoce ya supo, desde el mismo momento en que la entrevista se hizo pública, que servidor de ustedes entraría a puerta gayola. Es lo que tiene decir lo que se piensa, que te las dan todas. En este caso, me han regalado el punto de penalti.
Pues sí. Hoy escribiré sobre El Más Grande. Un regalo de la Providencia que llegó cuando más falta hacía y que ha removido los cimientos de nuestra civilización haciéndola irreconocible y, por supuesto, mejor. No habrá poeta ni loa en la Historia Universal capaz de ensalzar justamente la figura de éste Prócer que renunció a las altas cotas para las que estaba llamado para quedarse entre nosotros y guiarnos con su luz. Atrás quedaron los años en los que Cádiz no aparecía en los mapas. Nadie era capaz de atraer inversiones, no se construían casas ni se mejoraban las infraestructuras. La ciudad estaba sucia y dejada y la mayor de empresa de la ciudad era el INEM.
Pero Él llegó. Y demostró ser un trabajador incansable. Una auténtica locomotora que supo echarse a la espalda la pesada carga y sacó adelante todos los proyectos vitales que los vagos anteriores no fueron capaces de realizar, demostrando cómo se gestiona una ciudad del modo que funcione como una maquinaria de precisión. Ha multiplicado por tres el número de viviendas sociales, acabando con la endémica falta que nos aquejaba. Ha conservado y mejorado nuestro Patrimonio Histórico y logrado que nuestra ciudad luzca en todo su esplendor, lo que ha supuesto un foco de atracción enorme para empresas de alta tecnología e inversores y se ha traducido en la erradicación del paro, logrando una subida de calidad. Hoy, gracias a Él, nuestros jóvenes perdidos en La Diáspora han regresado para desarrollar entre nosotros sus ingenierías, sus doctorados científicos y sus capacidades, dejando atrás aquellos oscuros años en los que no tenían más elección que ganarse la vida poniendo honrados cafés.
No podemos sino agradecerle su abnegada vocación de servicio público. No fue casualidad que decidiera aprobar unas oposiciones para dedicarse, en cuerpo y alma, a la encomiable tarea de formar a niños y jóvenes. Labor sufrida y constante, sin el suficiente reconocimiento debido, clave para la sociedad. Como tampoco lo fue que resultara designado representante sindical para volcarse en la defensa de los derechos de los trabajadores, una obligación que exige grandes renuncias. De esos cimientos surgió el gran Pórtico que su figura ha venido representando para nuestros vecinos durante estos seis años de fulgor, seis años en los que la lucecita de su despacho ha permanecido eternamente encendida, acompañando las incesantes horas de trabajo dedicadas a nuestro porvenir.
Una mente preclara. Capaz de diseñar los más avanzados programas culturales, económicos y sociales y agrupar en torno a él cuantos intereses, sensibilidades y orientaciones diversas componen nuestra tacita, pues su capacidad de diálogo y consenso no tiene parangón.
Como dijeron Los Borrachos, «lo que te he dicho es mentirá tó, no te puedo ni vé…». Por caridad, que alguien cercano le recomiende dejar de hacer el ridículo. Porque mientras él se cree que es «er mejón», el resto considera que lo que vale… rima.