El legado

El tipo no ha movido un músculo para hacer realidad aquella proclama de derribar al Queco y la Queca

Los engendros siguen ahí. Feos, estropeados e inútiles. Exactamente como el día que se inauguraron en la fiesta continua con que se gobernaba esta ciudad en aquellos felices tiempos en que amanecía limpia. Y no ha hecho nada. El tipo no ha movido un músculo ... para hacer realidad aquella proclama de derribar al Queco y la Queca. Como tampoco ha hecho nada respecto al Portillo y el resto de instalaciones deportivas, el Castillo de San Sebastián, los solares de la Avenida, el Paseo de Santa Bárbara y la malograda pérgola o el mismísimo Teatro Pemán. Por no hablar de la prácticamente nula gestión en materia de viviendas . Él, que prometió arreglar el problema en dos años.

El liberado sindical heredó una ciudad hastiada de un estilo de mandato basado en el egocentrismo, la propaganda y la fanfarria. Y por esas taras el electorado despidió a quien se creía insustituible. Bien debería recordarlo quien llegó a la alcaldía sin ganar aquellos primeros comicios y que ganó los segundos porque el resto de partidos dieron por perdido el encuentro desde antes de la convocatoria, presentando candidatos incapaces de generar no ya ilusión, sino siquiera mínima confianza en sus propios caladeros.

Y este hombre no será un dechado de inteligencia, pero listo lo es un rato. En una ciudad tan laxa como ésta para tantas cuestiones que impliquen esfuerzo, se erige en representante perfecto. Y si el ondeo de una bandera, el lucimiento de melena en una cola de penitencia o el canto de un pasodoble permiten escurrir el bulto, este señor no dejará de usar bombas de humo para evitar pillar otra contractura.

Mientras la función sigue, Cádiz se cae a pedazos. Lo de los trozos de muralla derrumbados es una imagen perfecta de la decadencia. Convertida en un campamento (jardines, parques y hasta Monumentos Nacionales “okupados”), sin autoridad presente, sucia, descuidada, andrajosa… El abandono de esta ciudad por parte de esta pandilla de esforzados servidores públicos ha cambiado el lema pepero que tanta crítica granjeó. Lo han conseguido: el objetivo de borrar el legado de Teófila va cumpliéndose. Porque Cádiz ya no sonríe. Cádiz, ahora, da vergüenza.

Teófila Martínez creerá que se le recordará por el soterramiento, el puente, el Barrio de Astilleros y alguna otra megalomanía… Y es posible que en su pertinaz defensa de su ensimismamiento continúe defendiendo la magnificencia de ese mamarracho que estropea el Paseo de Santa Bárbara; y confíe en que las generaciones venideras sabrán comprender su visión y disfrutar de lo que nosotros, pobres cegados, no estamos al alcance.

Pero, como en tantas otras jugadas, el alcalde le ha ganado también ésta partida. Porque intuyendo su alergia al deslome , este señor no va a mover un dedo para arreglar el desaguisado en los tres años que restan para que alguien más capacitado le sustituya. Y, como consecuencia, la Universidad se mantendrá expectante a que el Ayuntamiento arregle el desastre antes de ocupar las salas y dependencias que en algún sueño de verano se diseñaron, al parecer, para ser convertidas en bibliotecas, tiendas y servicios turísticos. Y, evidentemente, todo ello deparará la permanente suspensión de obras en el Teatro del Parque . Y habida cuenta del destino que le hemos dado al dinero europeo, el rescate actual y los desarreglos que nos regalarán quien sabe cuantos golfos de aquí al 2023, resulta muy dudoso que ningún alemán vuelva a regalarnos un euro sin fiscalización.

Consecuencia: el quemado se erigirá como monumento a la dejadez, la incapacidad y la indolencia. Un legado perfectamente reconocible para todo aquel que en el futuro tena la curiosidad por conocer a la persona que gobernaba la ciudad en el fatídico 2020 y permitió que esta se muriera mientras permanecía de baja. Por una contractura.

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