La feria política
En una Feria dedicada a la candidatura de Cádiz para a acoger el X Congreso de la Lengua Española nadie ha pensado en montar expositores de las grandes obras de la literatura española e hispanoamericana
Recuerdo una conversación mantenida con un pariente hace unos años, en la salida del Baluarte de los Mártires tras mi fugaz visita a la Feria del Libro de Cádiz. Concretamente fue el último año del mandato de la sra. Martínez. Nos encontramos casualmente y estábamos ... comentando lo triste y cutre del evento, lamentándonos -como buenos gaditanos- de lo que podría ser y no era, de la nefasta gestión cultural municipal y de las oportunidades perdidas.
Y en esto que apareció Teófila, naturalmente rodeada de su séquito de adoradores y aduladores, agenciándose para sí toda la atención. Contemplando el espectáculo, ambos espectadores coincidimos en la misma idea y comentario: “esto es lo único que les importa”.
Me ha venido ese recuerdo a la cabeza tras asistir religiosamente a mi cita con la Feria este año, con mis hijos, como venimos haciendo desde que eran pequeñitos. No soy nada original en esto, es una tradición familiar muy extendida y, en Cádiz, adquiere el grado de “plan de salvación” para un sábado o domingo por la tarde en los que esta ciudad solo ofrece playa o copas a quien se aventure fuera de su domicilio. Y aunque uno ya sabe qué se va a encontrar, lo cierto es que si un niño te pide ir a ver libros, flaco favor le haces -y te haces a ti mismo- si ignoras su ruego. Eso, unido al atractivo programa que este año ofrece el cartel oficial (dicho sin ironía) y a lo inapropiado que resultaría desatender mis obligaciones paterno-filiales para ocupar alguna terracita maqueado, motivaron que no se quebrara la tradición. Y, claro, vino el chasco.
Como ya he expuesto al inicio, no existen unas Ferias anteriores que pudiera marcar en el calendario de mi memoria como hitos de magnificencia. Pero la de este año se lleva mi palma personal en cuanto a anodina y falta de interés. En una Feria dedicada a la candidatura de la Ciudad a acoger el X Congreso Internacional de la Lengua Española no se le ha ocurrido a nadie montar expositores de las grandes obras de la literatura española e hispanoamericana, alguna mesa especial con nuevas ediciones lustrosas de obras de nuestros Premios Nobel de Literatura o algún recordatorio a las obras literarias que en nuestra lengua hagan referencia a Cádiz (de Benito Pérez Galdós, Juan Ramón Jiménez, Pérez Reverte o de … Pemán). Nada que hiciera de esta convocatoria algo distinta y reseñable, aunque fuera para rellenar un díptico de autobombo.
Unas librerías y editoriales conocidas muy minoritariamente. Una exposición horrorosa, en tristes estanterías donde se amontonan libros de canto sin más indicación que su título y donde se hace difícil pararse para hojear sin molestar a quienes echan un vistazo a la mesa central (rellena de manga, feminismo y empoderamiento terminado en “e”) o quieren acercarse a la caja a pagar. Afortunadamente, un oasis al final del pasillo: el stand de la Junta de Andalucía, que exponía vistosa y ordenadamente -y vendía- unas interesantísimas antologías de autores andaluces en cuidadas ediciones y precios muy asequibles. Ahí estuve unos minutos (y compré). Fuera, hacía rato que mis hijos esperaban, aburridos. Nada les había llamado la atención.
Al día siguiente, los llevé a una de las grandes librerías que tenemos la suerte de conservar en la Trimilenaria. Me costó trabajo sacarlos de allí. Querían leerlo todo y que su papi arreara más parné que el aconsejado por las reglas de la mesura y la prudencia.
Mi pariente es el coordinador de la Feria recién clausurada. Me gustaría volvérmelo a encontrar y oír sus pensamientos.