¡Feliz Navidad!
La Navidad es el momento que nuestra Historia y nuestro Pensamiento nos han dado para reconciliarnos con nuestros lazos de sangre y para disfrutar del amor de quienes corresponden al tuyo
Un día como hoy, en un año normal cualquiera, comenzaría una de las semanas más bonitas del año . Les ruego disculpas si esa afirmación se contradice con sus gustos, pero a un servidor de ustedes le parecieron siempre maravillosos esos días previos a ... la Navidad.
De pequeño, la inminencia de las vacaciones y la ilusión porque llegara la tarde del 24 para reunirnos en casa de mis tíos lo llenaba todo. ¡Cómo recuerdo hoy aquellas reuniones festivaleras, con continuación al día siguiente! Pantagruélicas, sin solución de continuidad desde el aperitivo previo a la cena de Nochebuena hasta la noche del día de Navidad. Sé que puedo parecerles exagerado, pero es que ustedes no conocen el desprendimiento de mis tíos Fernando y Charo . Los Colón-Gómez, que reunían en su casa a ascendientes, descendientes, colaterales, políticos, allegados y medio pensionistas y a quienes se hacía sentir, a todos, miembros de una sola unidad familiar, donde no se escatimaban besos y abrazos, las fuentes estaban siempre repletas y los Boney M se erigían como monarcas absolutos de aquellas fiestas en las que mi primo y yo birlábamos culillos de cuba-libre para terminar de dar la nota ochentera a la noche.
Mucho más tarde, tras el paso de la vida, la marcha de quienes jamás se irán del alma y con la nueva era que se abre cuando el padre eres tú, la agenda de estos días se llenaba de actuaciones colegiales, zambombas vecinales, comidas de empresa y copas de último momento con quienes quieres tomártelas antes de asistir al obligado encuentro en el que, aunque prefieras estar en otro lugar, sabes que estás haciendo lo correcto. Y, a pesar del cuñado de turno, la visión de la risa y confidencias de tus hijos con sus primos te hacía reconfortar con la idea que siempre perseguiste de lo que significaba una familia. Además, siempre quedaba la esperanza de que una escapadita postrera a casa de los Sauco-Colón (o de alguno de los Sauco, en cualquiera de sus múltiples ramas) te salvaría la Noche y te quitaba las penas.
La Navidad de un padre divorciado tiene dos componentes verdaderamente trágicos : la ausencia de tus hijos durante alguna de las “mitades” fundamentales de estas Fechas y la nostalgia omnipresente. Ya saben qué jugadas nos hace la mente con su selección positiva de recuerdos y ensoñaciones ideales entre tanta dinamita de realidad. Ahora bien, alguna ventaja tiene; y es que recuperas la libertad de estar con quienes de verdad quieres a tu lado . A pesar de las disputas, los contratiempos y las puñetas. La Navidad es el momento que nuestra Historia y nuestro Pensamiento nos han dado para reconciliarnos con nuestros lazos de sangre y para disfrutar del amor de quienes corresponden al tuyo. Para reencontrarse, para enmendarse y para seguir adelante. Para amar y ser amado.
Y en este año maldito se nos están dando instrucciones orwellianas para que evitemos todo eso. Dicen que si llevo a mis niños a cenar con su abuela ésta puede morirse. Sí, ya sé que literalmente dicen otra cosa, pero puedo asegurarles que el mensaje que le llega a mi madre y a sus nietos es exactamente ese. Y como ellos, miles de abuelos están aterrados y tantas familias descorazonadas . Y nos lo dicen unos tíos bajo cuya gestión han muerto en soledad absoluta más de 60.000 personas; que han dilapidado dinero público en la contratación de mil asesores para suplir las carencias de un miserable, amueblar un palacete de verano o cubrir las dietas de los parlamentarios mientras se hacían colectas de barrio para dotar de material de protección a los enfermeros. Unos tipos que recorrerán medio país en clase business para cenar en mesa de quince con escoltas porteros que impidan cualquier fiscalización y que mañana nos sorprenderán con la adquisición de miles de vacunas inservibles por un fallo de almacenaje. Denle poco tiempo al tiempo… Y vivamos entretanto.