José Colón

Esquizofrenia

Creo no arriesgar demasiado si afirmo que, hasta hoy, existía una corriente de opinión muy extendida sobre un posible trastorno padecido por la Ministra de Igualdad

El lunes pasado escribí sobre el Emérito y la desvergüenza de la izquierda al señalarlo como chivo expiatorio de sus delitos. Y si usted, querido lector, hubiera coincidido conmigo en que este gobierno habría alcanzado ya las más altas cotas de aberración, imagino que, en ... la semana transcurrida, habrá colapsado ante la barbarie política del indulto a una secuestradora de niños. Una tipa condenada por secuestrar a su hijo y mantenerlo en paradero desconocido durante más de un año, después de que un juzgado decretara en diciembre de 2017 el cambio de custodia a favor del padre del menor.

Como abogado, puedo garantizarles que obtener una sentencia en ese sentido es harto complicado. Muchas y severas irregularidades deben constatarse por parte del progenitor custodio para que un juez dictamine el cambio de guarda a favor del otro. Y si, como es el caso, el cambio es a favor del padre, más extraordinaria debe resultar la acumulación de pruebas y evidencias (cosas de la igualdad, ya saben). Así que pueden imaginarse cómo ejercería aquella «madre protectora» sus obligaciones como guardadora del menor para que aquel juez tuviera clara la necesidad del cambio.

Según se ha publicado, durante ese año largo aquel chiquillo permaneció sin escolarizar y su madre solo le permitía salir al «exterior» (según se ha contado, un patio interior) durante una hora al día. El chaval tiene ahora 14 años. Es decir, que sufrió ese encarcelamiento con nueve o diez añitos. «Infancia Libre», llamaron al invento que presidía semejante «elementa».

Creo no arriesgar demasiado si afirmo que, hasta hoy, existía una corriente de opinión muy extendida sobre un posible trastorno padecido por la Ministra de Igualdad. No invento nada, basta darse un paseo por las redes sociales para contabilizar la cantidad de comentarios que se hacen sobre sus comparecencias, su lenguaje no verbal y el fondo obsesivo de su discurso. Y no me refiero a rebuznos anónimos retuiteados por quienes rebuscan en la basura, sino a perfiles profesionales (psicólogos, juristas, médicos…) que se mojan al respecto. No son pocos quienes interpretan que sus iniciativas legislativas y regulatorias obedecen a una suerte de rebelión personal frente a una vivencia miserable, que hace política sobre el rencor y que la vomita, cobardemente, contra quienes nada le han hecho.

Ignoro si la ministra padece alguna dolencia o no. Si es así, la compadezco. Se lo que significa y puedo calibrar perfectamente el alcance de ese sufrimiento. Pero lo sucedido esta semana exige alguna explicación sobre la falta de control en el seno del Consejo de Ministros. Un órgano que cuenta entre sus integrantes a dos jueces que no llegaron con poco prestigio, precisamente, y se pliegan ante un ejercicio abusivo y demencial del poder.

No es aceptable para ninguna sociedad democrática que su gobierno, con independencia de su ideología o de la presunta patología que pudiera exhibir alguno de sus integrantes, incumpla leyes a capricho, asalte la independencia de poderes y se constituya como cómplice -o incluso inductor- de delitos. Se han traspasado ya demasiadas líneas rojas como para que alguien intervenga y pare esta locura.

Porque esta gente ya nos ha arruinado, pero si no les paramos nos van a llevar al desastre. Otra vez.

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