El escaparate
Kichi no es tonto y sabe que le quedan dos años para vender lo que sea con tal de presentarse a la reelección municipal con alguna foto decente que incluir en la propaganda electoral
Cádiz podría estar de enhorabuena. La ciudad ha sido elegida como una de las sedes del Circuito Mundial SailGP de grandes catamaranes este año y el próximo. Dicen quienes entienden de este deporte que se trata de un evento de alto nivel y prestigio y ... mucho predicamento entre ciertas élites.
La Tacita ha sido la seleccionada entre potentes candidatas españolas (Barcelona, Ibiza, Lanzarote y Valencia) y tal señalamiento la proyecta al mismo plano en que se sitúan lugares como Plymouth, Saint-Tropez, Sidney o San Francisco. Es decir, que puede ser un pelotazo.
Hasta nuestro ínclito alcalde se congratula del hecho y ha abrazado el evento como un converso, a pesar de tratarse de un mundillo tan alejado del manido tratamiento y cuentacuentos que emplea con sus vecinos y vecinas. El hombre no es tonto y sabe que le quedan dos años para vender lo que sea con tal de presentarse a la reelección municipal con alguna foto decente que incluir en la propaganda electoral, al más puro estilo tardo-teofilista.
Quizás hayan visto ustedes el vídeo promocional. Breve y épico, muestra unas bellísimas imágenes de la ciudad tomadas -y esta es la clave- desde el mar y el aire. Un escaparate precioso al mundo, que el regidor quiere aprovechar para vender nuestras excelencias.
Dice el buen hombre que este evento servirá «para que la gente hable de Cádiz y quiera venir a conocernos de manera más sostenida en el tiempo», que se usarán las balaustradas y paseos de La Alameda como maravillosas terrazas y miradores y que se creará un calendario de actividades «que venga a sacar más brillo y esplendor a un evento de este tipo». Y es aquí, ¡ay!, donde siento el pellizco y el erizamiento del vello.
Porque a nadie sorprenderá que este señor no nos sorprenda a la hora de rellenar el programa. Los gestores culturales de San Juan de Dios, esos que venían a limpiar de caspa el espesito panorama anterior, terminarán colocando cuatro tablaos cutres donde desfilarán las consabidas agrupaciones de Carnaval y las escuelas de danza flamenca de la ciudad. Todo muy correcto para que disfrute el electorado local y las criaturas se lleven su momento de gloria. Pero no veo yo a ningún tripulante neozelandés dándose codazos para disfrutar en primera fila de un repertorio eterno.
Lo que harán los regatistas y el personal de la organización será conocer la ciudad (si es que deciden quedarse). Y, este año ya es seguro, se encontrarán con unas calles sucias, unas plazas y jardines ocupadas por gente sin hogar que las han convertido en vertederos ante la inactividad municipal, un Monumento Nacional abandonado y convertido en campo de refugiados y una escasísima oferta museística, con centros cerrados o de horario imposible y otros ofreciendo la misma exposición huera y carente de interés desde hace más de un lustro. Todo ello adornado por una joya en ruinas y vetada al disfrute ciudadano (San Sebastián), una playa desprotegida y un Paseo de Santa Bárbara que solo da vergüenza a quien se le ha enseñado desde chico a tenerla. Como colofón, el paseo estará jalonado por un conjunto escultórico feo, deteriorado y mugriento.
El escaparate, este año, será lamentable. Veremos el próximo, porque para combatir la mugre se requiere dedicación, esfuerzo y capacidad. Términos que causan estrés y picazón; y no queremos más bajas laborales.
Así, pues, confiemos en que las imágenes que lleguen a los telediarios de todo el mundo sean tomadas desde el aire. Cádiz no se merece pasar tanta vergüenza.
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