Encarecido respeto
La declaración de estado de alarma conllevó la paralización, prácticamente, de toda la actividad judicial a salvo de unas pocas excepciones
La declaración de estado de alarma conllevó la paralización, prácticamente, de toda la actividad judicial a salvo de unas pocas excepciones.
La medida no se comprendió del todo: es evidente la idoneidad de suspender los juicios y actuaciones presenciales para evitar riesgo de contagio, pero… ¿ ... por qué los plazos? Dictar una sentencia solo depende de que el juez se siente a hacerlo. De la misma forma que un secretario judicial puede tramitar un embargo o un oficial dar traslado de un escrito mediante lo equivalente a un correo electrónico. Hoy las delegaciones de hacienda tienen a legiones de funcionarios tramitando impuestos y fusilando autónomos por vía telemática. ¿Por qué la Administración de Justicia es diferente?
El caso es que se espera un aterrador colapso cuando se reanude la actividad funcionarial. Y por ello las togas planchadas de las altas esferas judiciales proponen una serie de medidas que 'ayuden' a la descongestión . Por cuestión de espacio -y de grado de injusticia- me centraré en una: la habilitación del mes de agosto.
Hasta hoy, los abogados y procuradores contábamos con ese mes como única tregua. Podíamos disfrutar de la familia, del chiringuito y del descanso del mismo modo que puede hacerlo cualquier juez, secretario judicial o auxiliar cuando les apetezca. Sí, agosto es el mes más caro y atestado para cogerse unas vacaciones. Y, además, acarrea sacrificio, pues si no trabajamos, no cobramos (no como los citados, que perciben siempre su legítimo salario ya trabajen, veraneen o estén confinados sin actividad). Pero es el único mes que se nos permite conciliarnos con nuestros hijos. Por ello comprenderán que nos rebelemos cuando los gerifaltes quieran privarnos del asueto porque, dicen, «hay que arrimar el hombro». Sobre todo si esa reclamación viene de algún abonado a la semana laboral caribeña.
Por eso, desde mi modesta posición de abogado -con toga arrugada por el uso- les ofrezco una alternativa. No solo al colapso que se avecina, sino al que nos lastra desde hace décadas: mantengan Agosto inhábil. Para todos . Me explico: que las vacaciones de todo el personal de Justicia se ciñan a ese mes. Y, en el resto del año, cumplan los plazos legales, como hace cualquier abogado. Y fichen de ocho a tres, todos, como cualquier otro funcionario. Y si aún así no les da, habiliten las tardes. Verán cómo son capaces de sacar el trabajo adelante. Los abogados y procuradores llevamos haciéndolo toda la vida.
En clave provincial -y en plena tempestad- se ha recetado a los ciudadanos que «se armen de paciencia». Como si el prescriptor de la receta no supiera que esa armadura está ya oxidada desde mucho antes de ésta pandemia. Basta con bajar de los altos estrados y preguntar directamente a cualquier afectado de San Fernando, Chiclana o El Puerto -por poner ejemplos- qué opinión le merece que su asunto -sin complejidad aparente- pueda tardar hasta dos años en resolverse ; y constatar la abnegación con la ese ciudadano aguarda un año más si ha osado solicitar la revisión de una sentencia desacertada. Y todo ello sin encabritarse pese a constatar cómo las quejas y denuncias que se presentan por un irregular funcionamiento de un servicio público esencial no son atendidas. Porque todo sigue igual.
La Justicia no ha enfermado por el virus. Su lamentable estado viene de antiguo. Y quizás vaya siendo hora de que sean otros -y no los de siempre- quienes prueben algún medicamento.
Dicho todo ello, claro está, con escrupuloso respeto y en estrictos términos de Defensa.