Opinión

Dignidad

Dudo que en la mente de Llámenme Juanma y Bendodo se plantee con Vox un escenario similar al actual gobierno, en el que el PP impone sus políticas ante la dócil asunción Ciudadana

Inés Arrimadas, junto a Juan Marín. EP

Inés Arrimadas ha cedido a practicarle el boca a boca al moribundo Juan Marín, que llevaba tanto tiempo reclamándolo de forma descosida. El pasado fin de semana, la doña dio luz libre a la idea de formar una coalición electoral con el PP de Andalucía ... de cara a afrontar los próximos comicios.

No supone ningún mérito deducir que el verdadero motivo de ese engendro es la mera supervivencia. Todas las encuestas y el sentir generalizado de cuantos politólogos y tertulianos pueblan cualquier barra de cafetería pronostican el desplome de Ciudadanos en Andalucía. Según los últimos sondeos, de los 21 parlamentarios actuales solo se salvarían dos o tres, lo cual no solo implicaría la absoluta irrelevancia de ese grupo (o sea, más o menos como ahora pero con certificado), sino la segura desaparición del mapa político nacional en la siguiente jornada electoral que se disponga en cualquier ámbito, regional o estatal.

Ante semejante perspectiva, resultaba evidente que un profesional de la política como Juan Marín se buscaría cualquier fórmula para seguir manteniendo a las criaturitas que ha colocado en múltiples huecos a la sombra de los chiringuitos, aquellos que la formación naranja decía venir a eliminar. Y, sobre todo, por encima de cualquier persona, idea, programa, interés o falta de pudor, no nos olvidemos del pánico que puede producirle a cualquier alma dejar las prebendas del mangoneo para volver a engrosar las vulgares filas de los administrados.

Ese afán, junto a la demostrada incapacidad de Arrimadas para recomponer la imagen -y el fondo- de un partido con aluminosis severa, lleva a la formación naranja a protagonizar el enésimo esperpento: la integración en el PP.

Desde luego, la jugada sale redonda a estos últimos. A su prácticamente segura victoria por mayoría simple, le suman los dos escañitos que pueden otorgarles los votos que desesperadamente puedan arrancar los cuñados, primos y alimentistas varios de Juan Marín. Y, con ello, asegurarse una posición más ventajosa a la hora de sentarse con Vox a formar gobierno.

Dudo que en la mente de Llámenme Juanma y Bendodo se plantee con Vox un escenario similar al actual gobierno, en el que el PP impone sus políticas ante la dócil asunción Ciudadana. Puedo equivocarme, pero no veo yo a la formación verde burlando a sus electores y renunciando a sus principios. Más que nada porque, al contrario que la desahuciada Arrimadas, los de Abascal se presentan ante los suyos como una opción fiable y leal y no pueden permitirse defraudar esa perspectiva de cara a las elecciones generales. Por eso, cualquier suma aritmética que le aporte al PP una ventaja sobre el futuro socio de gobierno le proporciona una dosis de vitamina que le ayude a controlar las exigencias de Vox.

Para Ciudadanos, como partido, el movimiento viene a significar el tratamiento paliativo que dulcifique y retrase el óbito. Podría decirse que con esa jugada vendrían a aportar dignidad al proceso de desintegración, si no fuera porque, al igual que han hecho con tantos ‘principios’ que decían defender, hace tiempo que también la perdieron.

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