José Colón
Degenerados
Hemos encajado burlas e insultos, desprecio hacia nuestros símbolos nacionales y humillaciones. Pero han tocado a un niño y, ¡hasta aquí llegamos!
Hoy me hubiera gustado escribir sobre el tipo que ha instalado el tinglado de camping en medio de la pradera del foso de Puertas de Tierra. O del intento de apropiación indebida del éxito de la Sail GP por parte de un concejal que, afortunadamente ... para Cádiz, es don nadie para los dueños de un evento que se gestionó de forma brillante porque ningún político sabía dónde meter la zarpa. O de la malograda carrera de San Silvestre. O incluso de la subnormalización a la que el inútil ministro de Consumo quiere someternos.
Pero nada de eso merece restar espacio al tratamiento de la noticia más repugnante que haya protagonizado el degenerado independentismo catalán desde hace décadas: el linchamiento civil de un chiquillo de cinco años y de su familia por reclamar aquello a lo que se tiene derecho.
A esta escombrera se le ha permitido todo durante mucho -demasiado- tiempo. Como al niño más abofeteable de una familia imbécil, se le ha consentido desplantes, menosprecios y vejaciones que se hubieran arreglado a tiempo. Pero en lugar del zapatillazo, como buena familia de idiotas, viendo que al niño no le bastaba con el vespino, se le ha ido aumentando de cilindrada hasta hacerles creer imparables.
Y todo ello bajo el yugo de tolerancia y respeto que se nos exigía al resto, so pena de ser tachados de fascista. Así, hemos tenido que sufrir -y pagar- en silencio las borracheras de odio mientras soportábamos la debilidad de Aznar, la necedad de Zapatero, la estulticia de Rajoy o la degeneración de un tipo sin principios capaz de vender a su madre con tal de seguir bebiendo güisqui caro en el avión presidencial. Si es que la venta no se ha producido ya…
Hemos encajado burlas e insultos, desprecio hacia nuestros símbolos nacionales y humillaciones. Pero han tocado a un niño y, ¡hasta aquí llegamos!
Ya demos responder a una masa de tarados que no superaría un mínimo examen frenológico. Paletos cuya única supremacía que pueden ostentar es la desmedida adoración que profesan al aparato excretor y el privilegio de ser arropados por una izquierda degenerada, silente y contemplativa ante la aberración.
Según la RAE, 'degenerar' significa: 1. «no corresponder a su primera calidad o a su primitivo valor o estado»; 2. «decaer de la antigua nobleza de sus antepasados, no corresponder a las virtudes de sus mayores o a las que ella tuvo en otro tiempo». Y siguiendo esa definición resulta legítimo denominar así a quienes han corrompido sus principios con tal de seguir mangoneando. Un Marlaska que monta aquelarres para encubrir agresiones inventadas y que ahora está desaparecido. Un Defensor del Pueblo cuya función es la protección del ciudadano frente al abuso de poder que dice ahora no tener datos suficientes para pronunciarse. Una ministra que se indigna cuando se publica la nacionalidad de delincuentes juveniles «porque hay que proteger a la infancia» y que ahora padece de afonía. Una izquierda que enarbolaba la bandera de la libertad, la tolerancia y el respeto de los derechos humanos que ahora unta vaselina en aquel mástil para darle un uso acorde con la directriz de silencio impartida por el presidente que ha degradado hasta la náusea el poco buen fondo que hubiera heredado de los cien años de supuesta honradez.
Llegó la hora de responder a la agresión y cortar la gangrena. Ese crío y su familia no merecen que sigamos de perfil mientras la degeneración avanza. Ya está bien de silencios, prudencias y puestas de perfil ante la inmundicia visible. Vivimos momentos muy oscuros y la situación es comprometida, pero como no limpiemos la casa, nos terminarán comiendo las ratas.
Como diría aquella: LIBERTAD O … DEGENERACIÓN.