El cuarto poder
Ningún triunfo del Cádiz puede tener un lugar más relevante que el bombardeo de un hospital, sea en Ucrania o en Burkina-Fasso
Siempre ocurre tras los primeros días de permanencia de una noticia en las cabeceras de los periódicos o abriendo los titulares de los telediarios. Sucedió con cada atentado de la banda terrorista vasca ETA, tras el ataque a Nueva York y el Pentágono, con el ... golpe del 11-M y sus 198 muertos, después de cada asesinato, terremoto o desastre aniquilador de vidas humanas. Y ahora sucede con la guerra en Ucrania. Se pierde el interés y la noticia, que deja de serlo, va relegándose a planos secundarios y progresivamente menores, hasta que alcanza la categoría de breve en cualquier tabloide o se limita a una reseña, como cortinilla de paso a un presentador que sonríe complacido al mostrar la afluencia de bañistas en Benidorm en pleno mes de marzo.
Es evidente que el mundo sigue girando. A pesar de la barbarie, la injusticia o el irremediable devenir. Y sería mendaz eludir la obligación principal que tiene cualquier empresa, que no es otra que la de seguir produciendo y vender. Principio este al que no es ajeno ningún grupo de comunicación, aunque este sea público y su objetivo sea servir de informador veraz al pueblo que paga su mantenimiento. Es un suponer, claro está.
Decía que es natural, para quien no la sufre en su carne, que la vida no se detenga tras una desgracia. Y que, quienes tienen la noble función de contarnos la actualidad, nos ayuden a seguir avanzando entre la niebla. A pesar de la incomprensión que esa marcha hacia adelante pueda ocasionar en quien ha perdido un hijo, un padre o un esposo a quienes el desastre congeló la vida y sean incapaces de asimilar que nada pueda ser más importante que el recuerdo eterno de ese ser querido salvajemente arrebatado.
Pero si la barbarie no cesa, ni decae, sino que aumenta día a día… ¿qué lleva a un jefe de redacción a decidir dar más relevancia al resultado de un partido de fútbol o al desabastecimiento de cerveza en los bares que a la matanza continuada de niños y mujeres a las puertas de nuestra casa? Conozco la respuesta, pero comprenderán que no puedo aceptarla.
En estos tiempos en los que el Pueblo se encuentra no solo desamparado, sino saqueado por una clase política compuesta por profesionales de la inutilidad, idiotizado por los sucesivos planes de deseducación (Chomski dixit) que nos han llevado a este nivel de mansedumbre y abnegados ya ante la evidencia de que nadie nos devolverá a los tiempos en que nuestros padres se ilusionaron con nuestro bienestar, necesitamos -y exigimos; y merecemos- que quienes fueron llamados en su día el cuarto poder recuperen su sitio.
Ningún triunfo del Cádiz puede tener un lugar más relevante que el bombardeo de un hospital, sea en Ucrania o en Burkina-Fasso. Ninguna declaración de una ministra indecente –llamando «fascistas» a unos trabajadores– puede quedar huérfana de una investigación periodística sobre su salario, sus condiciones de vida y, sobre todo, los méritos alcanzados para llegar a esa posición. Y ninguna mamarrachada de un payaso nudista debería ocupar la primera plana de ningún informativo, por mucha significancia que tenga el bobo de la nariz roja.
Solo cuando La Prensa, con mayúscula intencionada, ponga a cada titiritero en su sitio y estos vean el papel que les corresponde -con lo que está cayendo fuera de la carpa-, podremos comenzar a ocuparnos de lo importante y solucionarlo. De lo contrario, si se continúa empleando todos los medios para seguir enfocando al clown, las fieras terminarán por salir de la jaula, hambrientas. Y el primero en escapar será el payaso.
Al resto, nos comerán. Y no dejarán hueso del fotógrafo.