Comparaciones
Resulta dudoso que nadie «principal» vaya a dar la cara por nosotros cuando vengan a destrozárnosla. Y lo tenemos aceptado
La comparación ha devenido inevitable. Las imágenes de Zelenski, el presidente ucraniano, ataviado como un soldado cualquiera, compartiendo el rancho y el destino con su tropa, ha dejado indiferente a poca gente en España. Como produjo el mismo efecto la noticia -y la imagen- del ... presidente de su tribunal supremo, quien, después de sacar a su familia de Kiev y ponerla a salvo, regresó para alistarse como voluntario y combatir al enemigo con un fusil, en el frente y sin ningún galón. ¿Podemos imaginarnos una imagen similar en nuestro país en una hipotética situación equiparable? Creo que la respuesta es unánime.
Y no se trata exclusivamente de imaginarnos al mitómano de La Moncloa convertido en un abnegado héroe nacional . Esa imagen es de imposible reproducción porque, a estas alturas, todos - los extraños y los propios- tenemos claro que ese elemento pondría pies en polvorosa en cuanto sospechara que su maquillaje pudiera verse afectado. Es una cuestión ya asumida. Pero la sensación de vergüenza nacional rompe todos los límites impuestos por la decencia cuando buscamos, entre toda la casta dirigente, algún rara avis capaz de confirmar la regla con su excepción.
¿Creen ustedes que algún «alto funcionario» español , acomodado en sus fines de semana caribeños, sus cócteles y sus apariciones estelares en la crónica social de turno, regresaría a defender su patria de una invasión extranjera sin buscarse un puestecito de intendencia en la retaguardia?
¿Somos capaces de figurarnos a un político (sea dirigente, figura-bulto o medio-pensionista), de cualesquiera partido o ideología, capaz de vencer el miedo natural que a cualquier ser humano le produce el sonido de un disparo o la amenaza de un mal y evitar esconderse bajo la mesa o introducirse en un maletero para cruzar la frontera?
En España, no. En el último siglo hemos visto como un Borbón salió corriendo asustado cuando en unas elecciones municipales se votó, en unos pocos ayuntamientos, a un partido republicano; cómo un gobierno colgaba por Madrid pancartas de «No Pasarán» mientras huía en bloque a Valencia -y luego a Méjico- dejando a sus administrados sumidos en el caos; cómo 346 diputados se escondieron mientras un general del Ejército y un falangista se enfrentaron a una compañía de asaltantes armados en la sede de la Soberanía Nacional; y cómo se han rendido principios, valores y dignidad con tal de mantener moqueta, putas y cocaína. Resulta dudoso que nadie «principal» vaya a dar la cara por nosotros cuando vengan a destrozárnosla. Y lo tenemos aceptado.
Ese es nuestro verdadero hecho diferencial, que nos ayunta a todos quienes, compartiendo el mismo DNI, vamos de frente por la vida con independencia de nuestra lengua y nuestro engranaje mental: la asunción de nuestra derrota. Nos hemos rendido al enemigo y nos mostramos incapaces de combatirlo . Y esa pusilanimidad nacional tiene, como consecuencia, que estos parásitos sigan esquilmándonos, ahogándonos e idiotizándonos mientras terminan de apropiarse de todo nuestro territorio moral.
Es hora de reaccionar.