La coherencia
Aprovechan cualquier evento para ondear la tricolor, en la que se envuelven pretendiendo hacer ver que esa combinación cromática arropa cualquier movimiento que implique un atisbo de libertad
«No hay nada más tonto que un obrero que vote a la derecha». Esta lindeza es compartida –a veces de forma rabiosa, otras con alborozo– entre la ‘intelligentsia’ zurda cada vez que sufre un varapalo electoral y se encuentra con la sorpresa de que ... sus siglas hayan sido barridas en una barriada. La superioridad moral e intelectual de la famélica legión es legendaria, tanto como su indecencia .
Lucen con orgullo símbolos identifican a una ideología bajo cuyo manto se ejecutó el mayor número de asesinatos computado en toda la Historia de la Humanidad: cien millones de muertos. Solo en la extinta Unión Soviética –y bajo el mandato de Stalin– se perpetró un sistemático y aberrante programa de exterminio, deportación, sometimiento a hambruna y aniquilación de tamaña envergadura que, aún hoy, es ignoto para los más concienzudos historiadores, que barajan una horquilla de cifras que oscila entre los 10 y los 40 millones de víctimas. Así de atroz debió ser el régimen.
Aprovechan cualquier evento para ondear la tricolor, en la que se envuelven pretendiendo hacer ver que esa combinación cromática arropa cualquier movimiento que implique un atisbo de libertad. Una bandera bajo cuyo mástil se aprobó la Ley de Vagos y Maleantes, se decretaron 18 estados de guerra, 23 de alarma y 21 de prevención . Cuyos dirigentes ordenaron la represión militar de los huelguistas mineros asturianos o de la autoproclamada independencia catalana. Y, más cerquita, ordenaron la masacre de Casas Viejas bajo la consigna de «sin prisioneros, tiros a la barriga».
Se han apropiado del movimiento feminista, pero no desvelan a sus seguidoras datos que atentarían contra los más firmes cimientos de la honradez. Por ejemplo, que Margarita Nelken (representante del PSOE en tiempos de la Segunda República) se opuso al sufragio femenino, sosteniendo que «la mujer carecía de preparación para la acción política» y que dicho ejercicio de voto salió adelante gracias a la demonizada «derecha». Propugnan una educación pública y universal, defenestrando otras fórmulas más acordes con la ideología particular de cada padre que piense distinto a ellos. Pero llevan a sus hijos a colegios cuyo acceso está restringido a cualquiera que carezca de buena cartera o mejor patrocinio.
Defienden al obrero, pero se da la circunstancia de que el desempleo galopa cada vez que gobiernan . Y, pudiendo ayudar a los desfavorecidos por las «circunstancias internacionales» (siempre hay una eventualidad global que les sirve de parapeto), terminan esnifando las ayudas económicas destinadas a aquellos, o enganchándolas en lencería de prostíbulo. Y como hay que pagar la fiesta, se inventan impuestos, suben los que ya hay y le ponen un horario a la lavadora.
Quisieron asaltar los cielos y terminaron lográndolo. Jamás hubieran podido alcanzar esas cimas millonarias si no hubieran logrado estafar a tanta gente que creyó en estos profetas de la decencia. Quienes venían a solucionar los problemas de la vivienda, el paro juvenil, la pobreza energética, la ineficacia de la administración y la desigualdad social están hoy bajo el agua. En su piscina, mientras los palmeros se ahogan.
¡A ver si va a resultar al final que los tontos son quienes votan de forma siniestra!
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