La cloaca

Una imagen que nos ha dejado aún más atónitos que aquel reportaje fotográfico en La Caleta, que le robó el premio al Ridículo que merecía ganar, por goleada, Juan Marín saliendo de la piscina

Lo bueno de escribir una columna que se publica los lunes es que puedes revisar lo sucedido en toda la semana transcurrida y elegir el tema más atractivo o hacer un resumen de cuanto te ha llamado la atención. Pero como todo tiene su lado ... malo, en este se sitúa la falta de originalidad a la hora de tratar un tema. Cualquiera que abordes, ya ha sido tratado de forma más oportuna. Y con bastante más talento.

Así que, a estas horas, ya se habrán reído ustedes con el ingenio que algún maestro de la cosa ha derrochado con sus particulares visiones sobre la baja laboral por menstruación y sus derivadas; la demostrada ineptitud del ‘comunismo andalucista’ (perdonen el eructo) para hacer bien ni siquiera lo único que saben hacer; la solución exprés de la ‘ocupación’ de la sede de UGT (policial, porque a estos sí que le pagamos entre todos la seguridad “privada”); o el paseo, por las calles de Munich, de un alcalde enchaquetado y encorbatado a bordo de una bicicleta, dando la impresión de que tiene su ciudad como una patena.

Una imagen que nos ha dejado aún más atónitos que aquel reportaje fotográfico en La Caleta, que le robó el premio al Ridículo que merecía ganar, por goleada, Juan Marín saliendo de la piscina. Y hasta en esto ha tenido suerte el empleador de Sanlúcar.

En esta carrera perdida de la originalidad, una de las cuestiones subrayadas en mi agenda para tratarla en esta columna ha sido la demolición de uno de los pilares del Estado, los servicios secretos de seguridad e inteligencia, para contentar a nuestros enemigos declarados y seguir gobernando bajo su chantaje.

Porque de eso se trata. Ya no tienen cabida las desesperadas búsquedas de dignidad política o decencia que la mayoría bienpensante de nuestro país trata de rescatar de entre las filas del gobierno y del partido que lo sustenta mayoritariamente, porque la evidencia de cuento viene sucediendo desde que el embustero profesional de La Moncloa viene ocupando el cargo ha hecho caer cualquier decorado: nos gobierna el enemigo; y solo busca destruirnos.

Ante tal demostración, la pregunta que se hace la ciudadanía es: ¿quién nos defiende? Porque el Jefe del Estado no hace, literalmente, nada (sí, ya se, «no puede»… y esa es su gran zona de confort). El partido mayoritario de la oposición, por un lado, sirve de muleta al PSOE cuando este sufre las peleas intestinas con sus socios, quienes se permiten las payasadas porque saben que hay un tonto útil que les consentirá vivir del cuento algún tiempo más; y, por el otro, está tan entusiasmado con la posibilidad de volver a enmoquetar despachos que no alzará la voz, para pasar lo más inadvertido posible y no molestar mientras nos saquean.

Y, por último, los salvadores del país, aquellos idealistas surgidos del 15-M que soñaban con reformar el Estado y acabar con la endogamia política y empresarial, están ahora ocupados llenando la piscina o bien-colocando a sus queridas.

En medio de esta batalla, lo menos preocupante es que una potencia extranjera haya espiado al presidente del Gobierno. Antes bien, creo que incluso ha podido servir de freno. Solo Dios sabe qué sabrán de él y de sus planes, para tenerlo tan nervioso y nauseabundo, como demostró en la miserable réplica que le dedicó a Edmudo Bal, después de que este intachable servidor público le abofeteara verbalmente desvelándole las vergüenzas de las que carece.

Y, como hay que fabricar humo para que sigamos ‘empanaos’, vienen ahora a rescatar aquellas historietas de ‘las cloacas del Estado’ quienes precisamente han convertido el Estado en una cloaca.

Ya es hora de desinfectarla.

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