JOSÉ COLÓN - OPINIÓN

El circo

Los españoles hemos estado bien entretenidos durante la pasada semana

JOSÉ COLÓN

Como bien ha ido ilustrando mi amigo Canseco en su impagable crónica sobre las elecciones americanas, publicadas diariamente en su muro de Facebook con más verdad que muchas de las reseñas que se emiten en cuestionables medios de comunicación presuntamente serios, los españoles hemos estado ... bien entretenidos durante la pasada semana.

Inspirándome en aquella crónica, he de decir que quien en estos días no se ha encontrado en la frutería con un vecino que le hablaba del esperado vuelco electoral de Iowa, o no ha intercambiado alguna impresión sobre la incógnita en los condados norteños de Dakota con su administrador de fincas mientras revisaba el estado de cuentas de la Comunidad, es que ha vivido en una cueva.

Hasta mis hijos, de 15 (bis) y 11 años, han mantenido debates en la mesa sobre la conveniencia -o no- del resultado electoral. Asistiendo a ellos de forma velada, mientras les calentaba el segundo plato, compruebo que la madre ha influido en el pensamiento de las mayores y, parece ser, algo he tenido que ver en la formación del planteamiento del pequeño. Y, a pesar de las diferencias, detecto un gran denominador común en ellos tres. Un elemento común que en ellos resulta comprensible, pero no tanto en la población adulta que se arriesga a expresar su opinión sin pudor: la desinformación.

Las veredictos sobre uno u otro candidato, el proceso electoral estadounidense o el modo de vida de los granjeros del Medio Oeste vienen deformados por los prejuicios impostados (es decir, los que copiamos de personas que ejercen influencia sobre nosotros), las fobias irracionales o por el mero deseo de pronunciarse en contra de lo que dice el vecino, cualesquiera que fuera el fundamento de su alegato. Porque, por regla general, no se tiene ni idea de lo que supone para el Imperio -y para el resto del mundo- un cambio en La Casa Blanca o la permanencia de su inquilino durante otra legislatura. Basta con hacer balance comparativo de estos últimos años con los ocho de mandato del Premio Nobel de la Paz. Durante aquellos años tan ‘cool’, no hubo un solo día sin Guerra. Y, además, infructuosa, pues el señor Barak dejó un planeta bastante más inestable e inseguro de lo que se encontró (que ya estaba servido).

Sin embargo, durante el gobierno del odiado paleto multimillonario, los USA no han iniciado ni un solo conflicto militar en el mundo. Antes al contrario, Trump decidió dejar al resto de países tranquilos con sus cuitas particulares internas (lo cual debería alegrar a los pacifistas anti-intervencionistas, senderistas de Rota) y retirar numerosas tropas de Iraq y Afganistán (lo que debería responderse por los fans de Zapatero aplaudiendo como focas). Ha llegado a manifestar don Donald que estaba preparado para «no ser amado por la industria armamentística» y que prefería ser considerado un buen hombre «por los soldados que regresaban vivos a casa». Declaraciones éstas que merecerían que Errejón o el insustituible Ministro de Consumo cambiaran el triangulito rojo por una pequeña efigie del presidente naranjito en su solapa.

Pero aquí, nuestro presidente Farsante y su tropa de prestidigitadores de medio pelo nos han hecho creer que Biden es «el bueno» y Trump «el malo». Y sus cómplices se han dedicado a difundir el mantra por tertulias anarrosantes, intermedios presuntamente cómicos, gabinetes radiofónicos de nadies a sueldo y tik toks variados. Hasta conseguir su objetivo, que no es otro que entretenernos como idiotas mientras se nos limitan derechos y recortan libertades hasta Mayo, se derrocha dinero público en campañas tales como cambiar el nombre al Instituto de la Mujer, se acuerda la subida de sueldos de políticos y funcionarios, se aprueban unos presupuestos que suponen una nueva razzia impositiva y se pertrecha el mayor ataque a la igualdad entre los españoles eliminando su lengua como vehículo común en la Enseñanza.

Así, mientras nosotros nos cansamos en el bar defendiendo a Trump o a Biden, quizás haya un jubilado en Illinois que se esté descacharrando ante el espectáculo que ofrecemos. Nos están convirtiendo en tristes clowns impávidos ante los abusos de los payasos. Y la única muestra de protesta enérgica proviene de un tipo que se pisa la corbata tratando de explicar torpemente que es de centro, mientras sus deudos atacan en las redes al único partido político que no busca su ilegalización.

De risa.

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