OPINIÓN
El cigarrito 'liao'
Allá por el mes de mayo del innombrable año pasado, quise comenzar una serie de artículos que retrataran a personajes políticos captados en momentos vergonzantes
Allá por el mes de mayo del innombrable año pasado, quise comenzar una serie de artículos que retrataran a personajes políticos captados en momentos vergonzantes. No se trataba de pillarlos en fallos humanos. A todos se nos puede ir la cabeza tras un amontillado y ... liarla en un desafortunado momento. Pero una figura pública que vive de señalar los defectos de los demás debe guardar un plus de compostura si pretende aspirar a ser objeto de respeto. Y si es disculpable un fallo, nunca debe serlo una excusa estúpida e indecente.
El tipísimo fue pillado ‘in fraganti’ la semana pasada en una terracita, sin mascarilla, rodeado de nueve personas. En la foto aparecen tres mujeres de espaldas. Del resto de figurantes, solo uno aparece con la mascarilla puesta. Hay dos que pudiera parecer que fuman. Y, como guinda, un bebé en su carrito aspirando miasmas.
En lugar de un «lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir», que hubiera sido recibido con palmaditas en la espalda por sus adláteres y con silencio comprometido –por razones borbónicas– por parte de sus enemigos, el sujeto pide a un conviviente que le sujete el cubata y usa a la opinión pública como retrete de su descuido. Creyéndose que la imbecilidad ciudadana va más allá de sus fronteras electorales, nos escupe con el pito de caña y se queda tan ancho. O eso, o es que va a ser verdad que ha cambiado el partidito por un chalé donde le caben tela de convivientes a quienes ha recogido.
Si el episodio no fuera ya lo suficientemente vergonzante –no ya para el figura de méritos, que casa día que pasa demuestra que de eso le va quedando ya poco, sino para los brillantes cerebros que tratan de suplirle las carencias a razón de sesenta mil euros anuales–, el fenómeno aparece días después en una red social felicitando la Navidad en una postura cómodamente doméstica, agradeciendo a quienes le quieren «por que es y no por quien es» (sic.) mientras echa para atrás un cigarrito de los de liar. O eso parece.
Todo un retrato de un primer mandatario de una ciudad que se presenta como «Muy Noble», cuyo pendón puso en pie de igualdad ondeante con la enseña nacional y por la que los artistas se parten el pecho en el escenario cada vez que gobierna alguien que la mantiene limpia.
Pero lo más triste de todo esto es que, teniendo a este fenómeno haciendo de las suyas, no haya nadie en los barrios de enfrente que muevan pieza. Los unos, manteniendo como líder a quien ha demostrado que su guía conduce al barranco; los otros, que llevan siglos no siendo «tan desconocidos como la gente cree» y de los que solo se conoce su afán por agarrarse a un sueldo público capeando los temporales que haga falta. Y los del medio, haciendo lo que pueden por salvar la dignidad y el crédito personal en medio de un lodazal ideológico.
Lo dicho: mientras esto se va al garete, el tipo sonríe con su cigarrito ‘liao’.
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