La cicatriz

Ya se le ha cuestionado al profesor de Historia, en redes sociales, su desconocimiento de la lengua española

Quiero hablar de otras cosas. Lo confieso. Nada puede frustrarme más que aburrirles semanalmente con el monotema. Pero me debo al medio que me ha regalado este privilegio; y la actualidad prima sobre cualquier deriva pseudo-intelectual o las ínfulas pretendidamente literarias de un columnista ... de tres al cuarto, motivo por el que no puedo obviar comentar sobre algún hecho notorio sucedido en esta ciudad en los últimos siete días. Y si, además, sucede que el personaje se empeña con denuedo en engrandecer su figura, lo cierto es que la labor de quien firma se ve muy facilitada. Así que esta semana, otra vez, me asomo a escribirles sobre el prohombre que blande a distancia (al menos, hasta diciembre) el bastón de mando municipal.

El pasado martes, con motivo de la aprobación del proyecto para –dicen que «por fin»- terminar de una vez la obra del Teatro Pemán*, el Alcalde se congratulaba y declaró que aquello suponía «un paso más para cerrar una de las grandes cicatrices que dejó el PP en la ciudad», completando su declaración defendiendo que «seguimos construyendo nuestro modelo de ciudad». Y el buen señor se queda tan ancho.

Ya se le ha cuestionado al profesor de Historia, en redes sociales, su desconocimiento de la lengua española, pues una cicatriz es la señal que queda tras una herida curada. Y el espectáculo bochornoso de ese solar en medio del Parque Genovés durante estos últimos 12 años aparecía como una herida purulenta.

De la misma forma aparece ante el local y el visitante la vergüenza viva de la pérgola quemada de Santa Bárbara; los campamentos que ocupan edificios históricos, monumentos nacionales, jardines y plazas; la suciedad extrema de la ciudad y la desidia con la que durante estos cinco años se ha tratado de sanar las llagas que pudiera dejar el antiguo equipo de gobierno. Teófila Martínez se ganó a pulso su desbancada. Su último mandato fue un ejemplo tan claro de ensimismamiento, egolatría y alejamiento de la realidad del ciudadano, tan cansado ya de artificios y endogamia política que terminó retirándole el apoyo que tan masivamente se ganó –merecidamente– en las elecciones anteriores.

En su día, no fuimos pocos quienes criticamos tanto despropósito. Algunos, como quien esto escribe, duramente (hasta el punto de recibir mensajes del entorno que no podrían calificarse de amables, precisamente). Pero conviene recordar que aquella señora le dio la vuelta a la ciudad como un calcetín. Y ella, con su gestión, su tesón (lo diré claro: seguramente su pesadez), sí que cicatrizó las heridas que dejó el nefasto mandato de Carlos Díaz ¿Recuerdan aquel cuplé que decía «Carlos Díaz, que buena gente y olé, ay qué coba te están dando…?» Y es que aquel buen hombre –un auténtico caballero– no es que fuera un vago, un indolente o un inútil. Era todo lo contrario, pero el vacío que le hicieron en los gobiernos nacional y autonómico (ambos del PSOE, tan preocupado históricamente por el bienestar y el progreso de Cádiz), hicieron de esta ciudad un erial. Y fue Teófila quien cambió aquella situación.

¿Que el legado de laseñora Martínez ofrece muchos puntos negros? Demasiados, diría yo. Desde la mamarrachada de los «hitos arquitectónicos» hasta el gasto absurdo en autobombo; pasando por los oscuros tejemanejes de personajes que actuaban bajo su manto –y, seguramente, a sus espaldas–. Todo ello regado con Campari.

Por eso la gente se cansó. Y por eso se hizo posible que el comparsista accediera a la Alcaldía. Tuvo ante él una oportunidad histórica para demostrar que se podía hacer política inteligente, sensata y honesta en interés del ciudadano. Pero, ¡ay!, quien vino a dinamitar lo inútil terminó convirtiéndose en otro elemento inservible en una ciudad en la que sobran los canta-atardeceres caleteros y faltan mulos de carga.

El señor de la baja paternal pasará a la historia por haber convertido a Cádiz en lo que vemos, no es necesaria más denuncia en una ciudad pequeña en la que todos pasamos diariamente por los mismos lugares. Pero pasará. Y llegará algún día –cuando la oposición se renueve y se deje sitio a quien tenga valía y talento– en que se cerrará la cicatriz de la herida que ese sujeto dejará a punto de gangrena.

*Nota: Cámbiense los nombres que se antojen. En Cádiz, el hospital universitario será siempre la Residencia Zamacola y al estadio de fútbol siempre se le llamará ‘El Carranza’. Lo mismo sucederá con ‘El Pemán’

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