El chiringuito (segunda parte)
¿Recuerdan ustedes el discurso de Felipe González el 6 de Junio de 1993, cuando dijo aquello de “he entendido el mensaje”? Pues parece evidente que Juanma no ha entendido nada…
En mi artículo de la semana pasada no quise aventurarme a dar ningún pronóstico sobre el resultado de las elecciones generales, sino que me limité a expresar mi deseo sobre el recuento. A pesar de ello, muchos me han felicitado por el acierto y me ... temo que pocos han entendido que el anhelo no se cumplió en lo más fundamental.
Que el PSOE cayera como lo hizo era una probabilidad de gran espectro, habida cuenta de tantos factores que hicieron de su campaña un ridículo creciente: la invocación a un supuesto sentimiento andaluz y progresista dirigida a un pueblo que ya les ha tomado la medida; la ridícula demonización de una derecha que ha demostrado en menos de cuatro años una capacidad de gestión desconocida para quienes durante 37 agotaron su experiencia en esquilmar las arcas públicas; el bochorno de presentar a un candidato cuya esposa es el vivo ejemplo de lo que supuso aquella época para Andalucía; y, por último, el ensalzamiento de un presidente del gobierno que no puede salir a tomar café ni al balcón de La Moncloa sin palmeros que traten de mitigar el abucheo y el desprecio general.
Por su parte, solo dos grupos antagónicos de personas podrían albergar expectativas sinceras acerca de la supervivencia de Ciudadanos en el Parlamento andaluz: los dotados de una fe inquebrantable en los principios e ideales que llevaron a ese partido a alcanzar cimas de dignidad política inauditas desde el 23 de febrero de 1981 y, por otro lado, una heterogénea banda de advenedizos, enchufados, moqueteros, apesebrados, rellena-globos y amantes elevados a rango de delegado (y delegada, seamos inclusivos) que han terminado destrozando una ilusión regeneracionista nacional ignota desde las primeras elecciones generales ganadas por José María Aznar en 1996. Por desgracia, este segundo grupo ya era más numeroso que el primero. Afortunadamente, no lo suficiente para seguir manteniendo un embuste a cargo del erario público.
Así que pueden ustedes darse cuenta que el augurio, sobre los mentados partidos, no tenía mérito alguno. Era más que previsible. Como lo era que Juan Manuel Moreno Bonilla ganara las elecciones, que se zampara la práctica totalidad del voto naranjito y que captara un porcentaje significativo de votantes socialistas horrorizados con la deriva de los de la honradez centenaria. ¿Con tanta holgura? No, eso sí que ha sido una auténtica sorpresa. Primero, para el propio partido; segundo, para su propio electorado repartido por todo el territorio. Basta contemplar alguna foto de familia provincial para comprender que Juanma quisiera solapar las siglas y presentarse al modo presidencialista francés. Se jugaba mucho.
Sin embargo, para mi pesar, la esperanza de que este hombre -ganador- captara el mensaje del apoyo mayoritario y ejecutara políticas que, por necesarias y justas, eran ansiadas por esa masa que le ha dado la mayoría absoluta (no por aquellos “manque-pierda” que le otorgaron 26 escaños en 2018, sino por quienes han hecho posible que se libre de las hipotecas), ha caído en saco roto.
Según se ha leído en estos últimos días, el presidente andaluz pretende aumentar el número de consejerías y, entre otras medidas de enorme transcendencia para las familias y sus necesidades, quiere poner al frente de un chiringuito a uno a quien ni los suyos quieren.
¿Recuerdan ustedes el discurso de Felipe González el 6 de Junio de 1993, cuando dijo aquello de “he entendido el mensaje”? Pues parece evidente que Juanma no ha entendido nada…
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