TRIBUNA
La gran mentira
Vivimos en una sociedad convulsa
Vivimos en una sociedad convulsa. Una sociedad que se manifiesta constantemente para conseguir mayores derechos y libertades; eso sí, dejando a un lado cualquier tipo de responsabilidad. Una sociedad que se encuentra en una eterna protesta contra las injusticias del mundo. Ante tanta marabunta de ... noticias relativas a manifestaciones pensé, ¿para cuándo una manifestación a favor de la libertad económica?
Siempre que escucho un debate económico en televisión aparece el discurso socialista con su fórmula mágica: subir los impuestos. Si hay crisis, sube impuestos; si hay bonanza económica, sube impuestos; si hay falta de recaudación, sube impuestos; si hay paro, sube impuestos. Y evidentemente, siempre se escucha de fondo la ya más que famosa frase de: «hay margen para subir los impuestos». Generalmente, esta frase viene acompañada de un error, y es, no saber distinguir entre «presión fiscal» y «esfuerzo fiscal».
Cuando se utiliza esta expresión, se hace poniendo como referencia la presión fiscal. Sin embargo, esto no es del todo correcto. Al hablar de «margen para subir impuestos» debe ponerse como referencia el esfuerzo fiscal.
La presión fiscal es el cociente entre la recaudación tributaria y el PIB. En cambio, el esfuerzo fiscal es la relación entre la tributación y la renta per cápita. Si hablamos de subir impuestos a la clase media, se debería utilizar como punto de partida el esfuerzo fiscal, siendo éste un indicador de la situación fiscal del ciudadano con respecto a su renta. El Índice de Competitividad Fiscal de 2019 muestra unos datos bastante preocupantes. El esfuerzo fiscal en España es de un 10% superior al de la media de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico). Podríamos destacar que la presión fiscal en España es de un 10,5% frente a un 9,3% en la UE.
En 2020, el día de la liberación fiscal en España fue el 26 de junio, es decir, el ciudadano español trabaja 178 días del año para «estar en paz» con Hacienda.
¿De verdad alguien se atreve aún en abogar por una subida de impuestos? ¡Por supuesto! El socialismo detesta la libertad en todas sus facetas, y en la economía no podía ser menos. El socialismo trata de llegar a alcanzar una dependencia plena de los ciudadanos hacia el Estado y crear redes clientelares para mantener los chiringuitos .
Ante una crisis económica siempre nos preguntamos, ¿cuánto tiene que ingresar el Estado para cuadrar las cuentas? Reformulemos la pregunta, ¿cuánto debe dejar de gastar el Estado para cuadrar las cuentas? Ante la amenaza de una recesión siempre se actúa de la misma manera: creación de comités, comisiones, subida de impuestos, etc. Y cuando sale mal, pues echamos la culpa a los mercados y lo acompañamos de «aún hay margen para seguir subiendo impuestos».
Margaret Thatcher, exprimer ministra del Reino Unido, decía que el Estado no tiene más dinero que el de los propios contribuyentes. Una afirmación que puede parecer básica, pero, por desgracia, no lo es. ¿Por qué no exigimos responsabilidad con el gasto? Porque nos creemos que tan sólo desde el punto de vista del gasto, aumenta el Estado de bienestar. Aumentos del gasto implica pérdida de poder adquisitivo, implica pérdida de poder de decisión y, lo peor de todo, implica que el poder político elija por nosotros. En eso se traduce una subida de impuestos, en eso se traduce una mayor intervención del Estado. El socialismo siempre quiere más.
Hace unos días, escuché por internet un coloquio donde se encontraban Lorenzo Amor, presidente de ATA; Daniel Lacalle, economista; y un moderador. Al final, salía del público una pregunta: «Don Daniel, ¿por qué desde el Gobierno se desprecia tanto a los autónomos?» Él contestó: «Por su propio nombre, porque son autónomos».
El autónomo es aquel que se organiza como quiere, que no tiene que rendir cuentas ante nadie, y sobre el que cae todo el peso del Estado. Los autónomos son un pilar fundamental de nuestra economía ya que representan el 17% del empleo. Pero aún habrá teóricos comunistas que afirmen que todo gasto lo financian «los ricos».
El socialismo «terraplanista» afirma que el Estado y, por ende, los políticos generan empleo y riqueza. Al mutilar la renta disponible de las familias y ahogar a impuestos a la clase media se hunde el consumo y limita la actividad económica. Es por esto por lo que es el consumo lo que crea empleo, y no el Estado.
Queremos vivir un «plan E «eterno, donde a través de gigantescas obras públicas se cree empleo, eso sí, sin olvidar crear un comité de revisión y varias comisiones de seguimiento, que todo el mundo tiene que «comer de la olla grande». Y para ello, pues claro, es necesario subir impuestos.
Caemos con cierta facilidad en la trampa de una supuesta relación directa entre subida de los tipos marginales y aumento de ingresos. Pues bien, dicha afirmación no es cierta. Y esto es demostrable con la curva de Laffer. Esta representación gráfica muestra una curva en forma de «U» invertida, donde ante una subida de los tipos de gravámenes, llega un punto por el cual los ingresos comienzan a bajar. A priori, siempre pensamos que, si subimos los tipos, el Estado va a ingresar más, pero no es cierto. Es más, si se reduce la renta disponible, los impuestos tienen un efecto desincentivador.
Un ejemplo de ello es en Andalucía, donde la recaudación en 2019 ha aumentado con respecto al ejercicio anterior en 550 millones de euros, aun habiendo reducido los impuestos. Pues bien, hay que seguir bajando impuestos. El objetivo de un capitalista no es que el Estado ingrese más por la fórmula que fuere, sino que el gasto de este se reduzca hasta el punto de prestar los servicios puramente necesarios para el contribuyente. El Estado tiene la obligación de ayudar al necesitado, pero debe ser así en última instancia. Primero, es necesario crear una situación fiscal agradable para el ciudadano medio, generar un mercado laboral flexible para que la búsqueda de empleo sea asequible, y después, en último lugar, la ayuda del Estado.
Es fundamental reducir el gasto público; eliminar aquellas partidas superfluas; ser responsable con el gasto y tener una Administración eficiente. Debemos comprender que tan solo desde el sector privado podemos hacer que un país crezca.
Y para ello, para poder realizar una sustancial bajada de impuestos, y, por ende, una importante bajada del gasto público es imprescindible una reforma laboral con un mercado laboral flexible.
En España tenemos la mentalidad de desprestigiar al empresariado, y el objetivo de «colocarnos en la Administración». El salario mínimo interprofesional es un concepto que en este país está muy arraigado y es por ello que, sin importar las consecuencias, siempre aplaudimos una subida de este. El SMI no es más que prohibir a una persona trabajar por menos de lo que el Estado ve conveniente. El salario mínimo, en caso de subida- algo que no aplaudo- debe ser de forma bilateral. El salario es la relación marginal de la productividad. Por lo tanto, obligar a una empresa pagar una cuantía, independientemente de cual sea su productividad, puede ser perjudicial para el trabajador. No podemos caer en la trampa de «el salario mínimo es una medida de protección social». El salario mínimo es un instrumento para que el poder político meta sus manos en una variable que tiene que fluir en función de la economía y no de decisiones tomadas en un despacho. Por lo tanto, me gustaría aclarar que una subida del SMI no es una medida con carácter social, todo lo contrario, es una medida que al primero y al que más afecta es al trabajador.
Las medidas que plantea el socialismo en materia laboral son devastadoras. En ningún país del mundo el socialismo ha creado empleo. Sin embargo, cuando se producen medidas para encarecer la contratación las aplaudimos. Y cuando empieza a dar los frutos del paro, pues echamos la culpa al mercado.
Podemos pensar que hacer un mercado laboral rígido, en otras palabras, encarecer el despido, es favorable para el empleo. Nada más lejos de la realidad. No podemos quedarnos en el análisis de: «si se prohíbe despedir, no habrá despidos». Si un mercado laboral es rígido la empresa estará con constantes contratos temporales, ya que, si el empleado no cumple con las expectativas, será muy costoso despedir al trabajador y el empresario no se arriesgará a realizarle un contrato indefinido.
Si la presión fiscal se reduce; si las cotizaciones sociales bajan; si generamos un lugar atractivo para la inversión y el emprendimiento, el más beneficiado será el trabajador. Si se abarata el despido, y esta flexibilización viene acompañada de una bajada del esfuerzo fiscal, se creará una situación amena donde el empleado podrá encontrar un nuevo puesto de trabajo fácilmente. En España, las palabras empleo y fácil no sabemos conjugarlas, y con razón. Somos un país con un mercado laboral muy rígido. Singapur, segundo país del mundo con un mercado laboral más flexible, según el Índice de Libertad Económica realizado por la fundación Heritage, tiene una tasa de desempleo de un 3%. Mientras, en España, situándonos en el puesto número 51 en flexibilización del mercado laboral, tenemos una tasa de desempleo del 15,3%.
Ante la afirmación de: «el socialismo mira por los intereses de la clase media y el capitalismo por lo de los ricos», siempre respondo con lo mismo, «dígame un solo país del mundo en el que el socialismo, haya triunfado de forma satisfactoria para los ciudadanos».
«El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia. Su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria». (Winston Churchill).
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