Javier Fornell

‘Yoísmo kichiniano’

Dice el alcalde que que él solito ha logrado evitar el cierre de Airbus sin tener el apoyo de ningún otro alcalde

Javier Fornell

Dice el alcalde que la ciudad está requetebién. Que las calles están limpias y ‘escamondás’ y que él solito ha logrado evitar el cierre de Airbus sin tener el apoyo de ningún otro alcalde (a las alcaldesas se ve que las ignora). Se queja de ... que está solo y que nadie viene en su ayuda para sacar adelante la ciudad y hacer que los gaditanos vuelvan por el puente Carranza (que el nuevo no le gusta), para que el traje de piconero no sea sustituido por las chanclas con calcetines.

Claro que para eso queda mucho, más que nada porque en estos dos años de pandemia, el turista ha dejado de venir y ya solo se ven indígenas por las calles desiertas de la ciudad. Recordando, eso sí, cuando Columela estaba llena de vida y las tiendas abarrotadas mientras que ahora las colas solo se ven en las Cáritas o en busca de algún regalo. Ya sea un helado o una ‘chuminá’ en el Ikea japonés que no vende muebles y, encima, es chino, pero con buena presencia.

Quizá José María González debería fijarse en esa tienda y darse cuenta de que para conseguir que la bolsa ‘sone’, que diría Puigdemont, hay que revestir lo normal de calidad. En el caso de Cádiz, debería dejar de quejarse de gobiernos pasados y comenzar a plantearse que nuestros autobuses tienen tantos años que los menores de 15 años no han visto estrenar uno en la ciudad. Y dejar de presentarse como el único garante de la ciudad para comenzar a hacer ciudad.

Han pasado seis años desde que llegó al gobierno gaditano y sigue hablando del pasado sin mirar al futuro mientras la ciudad se desangra entre basura y destrozos. Por supuesto, una parte de la culpa es de los incívicos pero otra parte nace de la incapacidad manifiesta del alcalde para sacar adelante un solo proyecto. Que se lo digan a los comerciantes locales, que un año después siguen esperando las supuestas ayudas; o véase ese aparcamiento creado en Zona Franca para favorecer la llegada de clientes con un aparcamiento disuasorio que disuade de aparcar.

Desgraciadamente, es lo que tiene creerse el Florentino Pérez de la política municipal. Lanzando discursos grandilocuentes de superligas municipales por el cambio para, a la hora de la verdad, verse solo y sin referentes. Y, lo que es peor, perdiendo el apoyo del fan que le alzó al balcón municipal por dos veces y que ya ha visto el verdadero rostro del populismo sin sustento.

Además, tiene un nuevo problema delante: quedan dos años para las nuevas elecciones, esas a las que ya piensa en volver a presentarse viendo el panorama municipal. Pero ya habrán pasado 8 años desde su llegada al gobierno y sus promesas incumplidas estarán a la luz. Una luz que está dejando de brillar en una ciudad que lucha panza arriba por sobrevivir al covid y a la crisis económica e industrial.

Dos años en los que debería poner toda la carne en el asador y olvidarse de grandes discursos en redes para dejar un legado que esté a la altura del autotitulado mejor alcalde de la democracia y, sobre todo, para que no se vean las miserias del ‘yoísmo kichiniano’.

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