Javier Fornell
Que viene el lovox
«Pedro regresó con sus ministros al Congreso. Empezó a aburrirse sin nada que hacer más que mirar como estos se peleaban entre ellos»
Érase una vez un joven presidente llamado Pedro que se pasaba el día en sus cosas. Cada mañana, no muy temprano, salía a trabajar e iba hasta el palacio presidencial a hablar con sus ministros. Mientras los suyos disfrutaban a sus anchas, Pedro se sentaba ... en una silla y los vigilaba muy atento para que ninguno se extraviara y dijera lo que no debía.
Un día, justo antes de las elecciones, se le ocurrió una idea para divertirse: gastarle una broma a sus convecinos. Salió por la televisión, que controlaba junto a otros medios, y comenzó a arengar a los suyos.
–¡Cuidado!¡Cuidado! ¡Que viene el lovox! ¡Que viene el lovox y lo van a votar!
Los habitantes del país se sobresaltaron al oír esos avisos tan estremecedores y salieron corriendo en ayuda de Pedro. Ninguno lo vio riéndose a carcajadas.
–¡Ja ja ja! ¡Os he engañado a todos! ¡No hay ningún lovox!
Al día siguiente, Pedro regresó con sus ministros al Congreso. Empezó a aburrirse sin nada que hacer más que mirar como estos se peleaban entre ellos. ¡Qué largos se le hacían los días!… Decidió que sería divertido repetir la broma de la otra tarde y que así, además, nadie hablaría de que se peleaban entre ellos.
Subió al mismo plató y cuando estaba en lo más alto, comenzó a gritar:
– ¡Amigos! ¡votantes! ¡Necesito ayuda! ¡Un enorme lovox viene a comernos a todos!¡El lovox viene por la derecha, muy a la derecha!
Pedro gritaba tanto que su voz se oía en todo el estudio. Tanto que un grupo de hombres se reunió en la casa del pueblo y se organizó rápidamente para acudir en ayuda del joven presidente. Todos juntos se pusieron en marcha y votaron al partido del joven Pedro, pero el lovox no aparecía por ninguna parte. Al acercarse, sorprendieron al joven riéndose a mandíbula batiente
– ¡Ja ja ja! ¡Me parto de risa! ¡Los he vuelto a engañar y he vuelto a ganar! ¡ja ja ja!
El presidente se fue feliz: el lovox no se había comido a las ovejas y el Pedro y los suyos seguían en el poder. Ya nadie hablaba de sus peleas, aunque ahora tenía nuevos ministros, que también venían de lejos, por la izquierda.
Las nuevas elecciones estaban a la vuelta de la esquina y, día tras día, Pedro repetía su grito: ——¡Que viene el lovox, que viene el lovox! ¿Queréis ser libres? ¡Pues viene el lovox!
Y de pronto, en unas elecciones, se escuchó un gruñido del lovox desde el atril
–Será vicepresidente —gritó a su manada.
Pedro se frotó los ojos y vio cómo el lovox se acercaba por la derecha, pero también vio cómo desde la izquierda algunos de sus antiguos amigos se agrupaban con la manada, y otros desde otros lados hacían lo mismo.
Asustadísimo, salió pitando hacia lo alto de su palacio y comenzó a chillar como un loco:
–¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Ayúdenme! ¡Ha venido el lovox!
Pero el lovox ya estaba allí y no era tan feroz como lo pintó. Y muchos empezaron a pensar que Pedro les mentía, les engañaba y que era el verdadero lobo con piel de cordero. Y él descubrió que el miedo que había creado había convertido en rey al lovox.