Javier Fornell
El vaso equilibrado
La perfecta sociedad bipartidista que funcionaba como un engranaje perfecto de teatro de sombras, se rompió y la maquinaría dejó de ser estable y comenzó a atascase
Mi amigo Daniel es un pesimista compulsivo, lo lleva a gala y lo defiende; yo, sin embargo, soy positivo e impulsivo. Así, mientras yo siempre veo el más favorable de los escenarios, él ve el peor, lo estudia, lo analiza y busca la mejor solución ... para el peor momento. Eso hace que seamos una sociedad bipersonal perfecta y complementaria; esa que está preparada para cuando se toca fondo y que es capaz de tomar decisiones correctas cuando la situación está bien, casi por impulso pero con una base sólida que permite el salto sin miedo caer. Al menos, mientras un tercer elemento no distorsione una relación establecida en ese juego de visiones para alcanzar el equilibrio. Ya saben: ni medio lleno, ni medio vacío.
En el fondo, somos como el PP y el PSOE. Mi amigo es el PP, analítico, primando lo económico y creando bases solidas para el desarrollo del país, buscando la mejora social y creando leyes que repercuten en la mejora económica, apoyando al emprendedor y al empresario sabiendo que estos son los pilares para el mantenimiento del Estado de Bienestar.
Yo soy el PSOE, cuando tengo el voto único tomo decisiones por impulso y terminamos comiendo en la calle con la tarjeta común mientras los brotes verdes crecen a nuestro alrededor. Apuesto por el gasto si hay fondo en el bolsillo y, en época de vacas gordas, soy de alegrías y viandas. Aunque eso conlleve que, al final, el pesimista tenga que retomar el orden establecido, para mantener el premio conseguido.
Lo curioso es que, como mi amigo Dani y yo, esa sociedad bipartidista del PP-PSOE funciona. Con unas bases solidas en lo económico, las medidas y avances sociales pueden sostenerse y mantenerse en el tiempo. Un ciclo político que desde el 82 hasta ahora motivó un crecimiento como país que nos llevó a situarnos entre los más avanzados del planeta en materias sociales, personales y medioambientales; pero con base para mantener nuestro sistema de pensiones, la educación y la sanidad pública, y el amplísimo engranaje administrativo propio de nuestro estado federal (acá, autonómico).
El problema vino cuando llegó el tercero en discordia. El amante nuevo y simpático capaz de camelarse a la suegra sin despeinarse. Un tercero que enamoró al PP y al PSOE, que primero se vistió de naranja centro, pero al que le salieron dos feroces competidores por la izquierda y la derecha. Y, entonces, la perfecta sociedad bipartidista que funcionaba como un engranaje perfecto de teatro de sombras, se rompió y la maquinaría dejó de ser estable y comenzó a atascase.
Y ese amante, que tira de la manga y que no quiere que la pareja función, le busca el fallo, el error, para potenciarlo y poder dejar en evidencia al otro, al que lleva el anillo en el corazón; sin darse cuenta de que a quien dejan en evidencia es al sistema en sí. Al menos, en un país como el nuestro en que las diferencias se convierten en barreras insalvables haciendo imposible ese apretón de manos que representa el consenso político y la seguridad ciudadana en el futuro.