Javier Fornell
La valentía de Argüez
La esperanza se quedó en nada: el alcalde ha defraudado a tantos que hasta la izquierda más radical del carnaval ha terminado reconociendo que lo protege por amistad
Miguel Ángel Argüez ha levantado la liebre de la autocensura carnavalesca y la intolerancia de la izquierda contra la propia izquierda. Los comentarios del autor no han pasado desapercibidos y son muchos los que comienzan a hablar de una realidad patente que se da en ... el Carnaval gaditano, como en otros muchos sectores de la sociedad: la intolerancia empieza a la izquierda.
Y es real. En la sociedad actual las Habaneras de Carlos Cano no podrían haberse cantando por decir que «La Habana es Cádiz con más negritos». Algo parecido a lo que ya pasó con la censura a la obra ‘Mujer contra mujer’ de Mecano. Y que en el carnaval se convierte en proteger a José María González sobre todas las cosas. Argüez lo ha dicho claro: es uno de los nuestros. Y a los nuestros se le protege, aunque no lo hagan bien.
Aunque la ciudad esté sucia y abandonada; aunque el alcalde se pida más bajas que años lleva gobernando; aunque insulte a su equipo de gobierno. Ni siquiera el traslado del carnaval (y eso que ya he dicho que entiendo su postura) ha servido para que el carnaval, tradicionalmente de izquierda, levante la voz contra el alcalde comparsista.
No lo hacen por muchos motivos, sobre todo ideológicos. José María González fue la esperanza de la izquierda de encontrar al sustituto perfecto de Teófila Martínez. Tenía el carisma, tenía el apoyo de la gente de su barrio y venía a cambiar la ciudad para hacerla más sostenible, igualitaria y accesible. Pero se quedó en venir a cambiar sin hacer más cambios que quitar aparcamientos y poner en marcha el mayor fracaso del gobierno del PP: el carril bici.
Pero la esperanza se quedó en nada: el alcalde ha defraudado a tantos que hasta la izquierda más radical del carnaval ha terminado reconociendo que lo protege por amistad. Por ser uno de ellos. Y entre ellos deben defenderse. No se dan cuenta de que las declaraciones de Argüez han hecho más daño que cualquier letra que hubieran podido escribir. Ha dejado al carnaval como un mero entretenimiento en el que la critica social y política desaparece; como también lo hace su función de cronista social.
La autocensura impuesta por los autores ha convertido al carnaval gaditano en una pantomima del que fue. Una farsa que sirve de telón de fondo para ocultar las miserias de un alcalde que está demostrando su disposición a igualarse a su idolatrado Fermín Salvochea como peor alcalde de Cádiz. Y lo va a hacer con el silencio cómplice de una izquierda que ha demostrado que el fanatismo ha logrado acallar la libertad en el Carnaval.
Argüez ha sido un valiente. Pese a todo, ha destapado la autocensura existente en el carnaval en la actualidad. En años anteriores, con Teófila, no se callaron. Entonces, el carnaval era libre, una crónica en la que se sacaban todas las miserias de la ciudad y del equipo de gobierno. Ahora se inventan loas para esconder la sensación de fraude que ha provocado el suyo –el alcalde viñero y carnavalero– entre los suyos. Y Miguel Ángel ha tenido el valor de decirlo claro y alto.