Javier Fornell
Si yo fuera alcalde de Cádiz
Mientras sigamos pensando en el yoismo y en nuestra cuota de poder personal, no veremos el cambio
Si yo fuera alcalde de Cadiz, que no lo soy, tendría claro cual sería mi primera medida: dejar de ser Cadi, Cadi para ser Bahía de Cádiz. Estoy seguro de que, si fuera alcalde de Cádiz, esta medida me supondría no volver a la política, ... pero también que sería la mejor opción para una ciudad que se desangra por todos sus costados y que muere lentamente por mirarse el ombligo más de lo debido.
Cádiz ha sido muy grande a lo largo de su historia. Pero nunca lo fue sola. Gadir contaba con el templo de Melkart en la actual Sancti Petri (dejémoslo ahí) y con el Poblado de Doña Blanca en su costa. Gades se apoyaba en factorías y villas por toda la bahía, como las de Puerto Real. La época visigoda y musulmana vieron decaer a nuestra ciudad, pero al final del periodo árabe ya había recuperado potencia gracias al comercio y a sus puertos vecinos. Y la llegada de Alfonso X mostró el camino.
El rey sabio demostró con creces su sabiduría en nuestra ciudad. Dio privilegios para levantar la urbe y sentó las bases del posterior comercio americano. Cádiz sería la metrópoli comercial (ya lo era antes, con el fragor genovés), Jerez la surtiría de trigo, Rota de frutas; El Puerto, su centro religioso, guardaría la armada. Y con el tiempo se unirían otros enclaves: los puertos de Chipiona y Sanlúcar en el comercio americano, el nuevo puerto creado por Isabel y Fernando en 1482; la Chiclana que surtía de vinos a Cádiz. Y San Fernando, la hermana que iba de la mano. Y Cádiz se hizo grande.
Y se hizo grande como cada vez que dejó de mirarse el ombligo y mira a su bahía. Muchos piensan que Cádiz muere al no mirar al mar; pero no es real. Cádiz no muere por el fin del comercio americano; de hecho, nuestro puerto vuelve a ser de los más potentes de España (lejos, claro, del poder del siglo XVIII). No; Cádiz ha sido grande cuando ha mirado a la bahía sin chovinismos catetos. Con dirigentes con amplia mirada que estaban dispuestos a trabajar por el bien común y no por el bien del partido. La democracia nos ha traído grandes cosas, pero también grandes males. El principal, el cursus honorus político, sin importar el color, de quién es político profesional. Nuestro alcalde sabe mucho de eso, pero también otros que nunca dieron un palo al agua y ahora se sitúan en cargos de poder. Un poder que no desean perder.
Por eso, porque no temo perder ningún cargo, me es fácil decir lo que pienso: que debemos caminar hacia la ciudad Bahía de Cádiz. El octavo núcleo más grande de España, con las ventajas fiscales que eso trae; pero además una realidad patente que se muestra claramente en el traslado de la población gaditana a otros enclaves de la bahía. Pero mientras sigamos pensando en el yoismo y en nuestra cuota de poder personal, no veremos el cambio.
Si yo fuera alcalde, esta sería la primera medida que tomaría: reunirme con mis homólogos vecinos, poner las cartas sobre la mesa, y esperar que los demás también estuviran en la política por servicio, aceptando cargo como carga y buscando lo mejor para nuestros ciudadanos.