Javier Fornell

Reseteo social

Las graves crisis han cambiado el destino de la Humanidad

Javier Fornell

Todas las sociedades, y todos los siglos, han tenido su reseteo. Desde que el hombre ha dejado constancia de su existencia en el mundo y del devenir de sus días, sabemos que se han producido graves crisis que han cambiado el destino de la ... Humanidad . Ahora, estamos viviendo uno de esos momentos. En la Historia, que es cíclica y sabia, podemos ver que se han dado dos formas de realizar ese reinicio social: por guerra o por enfermedad. Y, casi siempre, han venido de la mano.

El siglo XX es el claro ejemplo: la mal llamada gripe española, sirvió de puente entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Después, vinieron otras pandemias como el sida que esquilmó a gran parte de la población, sobre todo la africana. Cabe, entonces, preguntarse, qué difiere al Covid-19 de otras pandemias que se mostraron más mortales. Y la respuesta es clara: la globalización.

Esa globalización que hace que sea más rápido viajar de Madrid a Nueva York que de Cádiz a La Coruña y que permite que las enfermedades virales (nunca mejor dicho), se extiendan por todo el mundo en unas pocas horas. Si antes la enfermedad se veía obligada a viajar lentamente, ahora en un avión se expande en cuestión de minutos. Y, peor aún, también las noticias que le acompañan. Curiosamente, en nuestro reseteo, la información se ha convertido en el peor enemigo del ciudadano. O la desinformación. Junto al Covid-19 también han corrido bulos y noticias fakes, muchas de las cuales han llegado incluso a grandes medios de comunicación. De hecho, ¿te has preguntado cuántos vídeos de los que te han llegado al móvil son mentira? Seguro que más de las que te gustaría reconocer. Y con esa información falsa tenemos la segunda parte de la pandemia. La que más miedo me da: la que busca crear pánico en la sociedad. La que crea alarma injustificada dando a conocer datos irreales de alta mortalidad, de falta de productos... Y de esos lodos, estos papeles higiénicos.

Lo realmente importante de lo que vivimos, encerrados en nuestras casas y conectados a las redes para vivir la guerra más aburrida de la historia, es lo que está por venir. Nuestros hábitos previos se han demostrado inútiles y vacuos. Los valores en los que estábamos malviviendo no son válidos ya. Se acabó el correr todo el día, sin tiempo para los demás, sin ser capaces de lanzar una sonrisa a un niño (¿Has probado a sacarle la lengua a un crío y ver su cara de sorpresa cuando un adulto se presta al juego?), sin ser capaces de tomarnos esa cerveza o ese café prometido.

El encierro nos valdrá para da valor a lo que verdaderamente importa: la familia, la amistad, la solidaridad y el abrazo fraterno . Personalmente, en estos días, lo que más hecho de menos es reír a carcajadas con los amigos en cualquier terraza. Sin embargo, he ganado otras cosas: hablar a diario con todos mis hermanos, tener tiempo para leer, para volver a escribir, para hacer deporte y, sobre todo, para pensar.

Y en mis reflexiones he llegado a una conclusión: íbamos por mal camino, y este encierro nos debe servir para recuperar lo que importa: volver a ser seres humanos.

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