Javier Fornell

Se quemó el circo

Parece que José María cree que la ciudad se gobierna sola, o que el control en la sombra de Barcia es suficiente para sacar adelante proyectos peregrinos que nunca terminan de ver la luz

Javier Fornell

El verano ya está aquí y la ciudad está que arde. Con el paso de los años desde la llegada al poder de José María Gonzalez, el circo ha ido creciendo y las polémicas se han ido reproduciendo en una ciudad que se antoja parada, ... sucia y abandonada para quienes la habitamos. Pero durante años, el halo carnavalero y gadita del alcalde cubrió sus miserias, perdonándosele todo porque, al menos, era honrado.

Pero en los últimos días, el circo está revuelto y los bomberos ya no son capaces de apagar los fuegos, que son muchos, en el entorno del alcalde. Primero fue la eliminación de todo reducto de Pemán en la ciudad, finalizando con la eliminación de la placa en su casa natal. Luego vino el nombre del Estadio Carranza, cambiado gracias a la decisión de 250 gaditanos por Nueva Mirandilla (dentro de lo malo, lo menos malo).

Sin embargo, los peores momentos del alcalde se han dado en estos últimos días. El viernes con la actitud vergonzosa y violenta de algunos policías locales durante el Pleno del Ayuntamiento de Cádiz. Si tenían razón en sus peticiones, ese día perdieron toda la fuerza de su lucha al violentar al templo en el que reside la voluntad del pueblo gaditano. Y que el alcalde de la ciudad crea que la Policía Local solo está para dirigir el tráfico, no es excusa para permitirles hacer lo que hicieron lanzando bombas de humo al interior de un edificio histórico.

Pero la cosa no acabó ahí. Después de la protesta de los policías llegó la de los propios vecinos. Los gaditanos estamos hartos de la descomposición de nuestras calles y plazas. Unas plazas que se han convertido en una acampada ilegal, con peleas y reyertas en algunas zonas de la ciudad. Y los vecinos del alcalde se lo han dicho, cacerola en mano y en la puerta de su casa.

Lo peor fue ver a José María González disfrazado de Kichi, con camiseta al uso y cangrejeras de domingo tratando de calmar a los vecinos que pedían seguridad en sus calles. Quizá echando de menos los juanillos, terminó echando madera al fuego diciendo que la policía no puede hacer nada con la inseguridad que campa en nuestras calles. Unas calles que están viendo cómo la indigencia gana espacio; el poco que dejan libre los manteros. Esos que venden impunemente en la puerta de los locales que pagan todos sus impuestos.

Parece que José María cree que la ciudad se gobierna sola, o que el control en la sombra de Barcia es suficiente para sacar adelante proyectos peregrinos que nunca terminan de ver la luz. Puede ser que esté cansando de estos seis años de gobierno y desee un descanso de la carga que supone su cargo. Aunque la realidad es que Cádiz se ha convertido en una ciudad de economía sumergida, de topmanta y freetours y de acampadas libres en los rincones más hermosos.

O, tal vez, lo que ocurre es que el alcalde anda pensando en Sevilla y Madrid en el nuevo proyecto familiar de Andalucía Adelante, que comanda con su pareja (se ve que esto forma parte del estilo Podemos) y ya se ha olvidado de que es el alcalde de la vieja y vetusta ciudad de Cádiz.

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