Javier Fornell
La pandemia de los ignorantes
El problema es que junto a estos negacionistas están otros muchos que han caído en el pasotismo; en la relajación de los cuidados básicos de higiene
Tras la epidemia de gripe española, hace algo más de un siglo, se produjo un curioso fenómeno que parecía asociado a sus consecuencias: la llamada pandemia de los durmientes. Cientos de miles de personas en todo el mundo cayeron en un letargo que podía durar ... años, en el que, como el gato de Schrödinger, no estaban ni dormidos ni despiertos; tan solo aletargados.
Por suerte, este Covid-19 no está teniendo ¿aún? consecuencias neurológicas de ese tipo; pero si otras sociológicas que podrían llegar a convertir en una patología con consecuencia de muerte: los negacionistas. Algo así como una suerte de terraplanistas antivacuna que comienzan a extenderse por todo el mundo como el mismo virus que nos ha traído hasta aquí.
A la cabeza de estos grupos se encuentra esa gran melena rubia de Donald Trump, que ha asumido ya que Estados Unidos podrá aguantar los 200.000 muertos (a día de hoy superan los 172.000) sin tener que tomar medidas drásticas. Pero en otros lugares del planeta también se extiende esta inconsciencia que puede provocar una significativa merma de vidas.
En Alemania se llegaron a concentrar 20.000 personas en Berlín, muchas vinculadas a la extrema derecha; en Italia ha surgido el movimiento de los chalecos naranjas apoyados por el ex primer ministro Salvini; y en Rusia se lanzan proclamas apocalípticas en contra del uso de las mascarillas de protección.
En España, al frente de estos grupúsculos, se ha situado un otrora referente cultural venido a menos: Miguel Bose. Y junto a él otros ídolos musicales como Enrique Bunbury, que ya habían hablado de una conspiración interplanetaria en la que Bill Gates nos inyectaba chips rastreadores junto a la vacuna.
Por eso, esta pandemia es más preocupante que las de los durmientes. Lo que se está produciendo en 2020 es la pandemia de los ignorantes. Personas a las que durante años se les dio pie y puesto en tertulias culturales, como adalides patrios del más rancio abolengo cultural nacido de la movida, demuestran ahora una falta de cultura, y hasta de inteligencia, digna de estudio.
Las consecuencias de la manifestación del otro día en Madrid comenzarán a verse en breve, pues ya hay un manifestante ingresado por una enfermedad que él consideraba mentira. El problema es que junto a estos negacionistas están otros muchos que han caído en el pasotismo; en la relajación de los cuidados básicos de higiene. Y eso nos llevará a un segundo brote.
Por suerte, nuestros médicos –esos que sí son especialistas en la materia–, han trabajado duro y bien y parece que han encontrado la forma de paliar parte de los daños. De hecho, en nuestro país podemos decir orgulloso que se ha salvado la vida de muchos ancianos que habrían sido desahuciados en otros lugares.
Por desgracia, poco podrán hacer ellos ante una sociedad que ha pasado de cantar Resistiré aplaudiéndolos en los balcones, a lanzarse a calles, plazas y playas sin respetar las normas básicas higiénico-sanitarias. Al final, este mes de agosto no habrá sido más que la paz en el ojo del huracán y pronto volverán las tormentas: la primera, la vuelta al cole.
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