Javier Fornell
Palabra de Rocío
Ver algunos de los episodios vividos en la cadena tras el documental me ha dejado fuera de juego
Cuando todo el mundo anda preocupado por la pandemia, la vacunación y el final de las mascarillas, en España andamos a la gresca con el pasado de Rocío Carrasco, otrora Rociíto. La hija de la chipionera universal se ha convertido en el centro mediático de ... TeleCinco, esa cadena más parecida a un circo de los monstruos que a cualquier otra cosa. Programa tras programa, hora tras hora, han desgranado el pasado de Rocío, Antonio David, sus hijos y su familia.
Una familia que, en estos días en los que se cumplen los 15 años de la muerte de Rocío Jurado, ha dado su veredicto sin hablar. Ni sus hermanos, ni Ortega Cano y los suyos, ni sus tíos maternos ni sus hijos dan veracidad a las palabras de una Rocío que veinte años después se desgarra el alma frente a las cámaras. Y lo hace sola, con toda la maquinaria de Mediaset, frente a familia y jueces.
No voy a entrar en el tema, pues poco sé yo de estos temas del corazón. Pero ver algunos de los episodios vividos en la cadena tras el documental me ha dejado fuera de juego. Para mí es impensable que en pleno siglo XXI, en una cadena en abierto, se pueda expulsar a personas por opinar lo contrario que el presentador. Ha pasado con Jorge Javier Vázquez, la reina madre de ‘Sálvame’; y con Carlota Corredera directora del reportaje y dictadora en su programa.
Lo peor de toda esta historia es lo que se esconde detrás. El uso mediático de menores y de hijos de famosos que se convierten en juguetes en manos de un periodismo rosa que nunca supo respetar los límites. Más allá de la veracidad o no de las palabras de Rocío Carrasco, lo que se destapa en este caso es el ‘modus vivendi’ de todo un clan nacido a la sombra de la prodigiosa voz de la matriarca. Al final, las exclusivas, los platós, los paparazzi y las docuseries no son más que una forma de mantener un ‘status quo’ que no les corresponde por méritos propios.
Lo vemos con los Flores-Carrasco; pero también con el clan Pantoja. Y, sobre todo, con la mal llamada princesa del pueblo. Una Belén Esteban que también lleva décadas cobrando millonadas gracias a haber tenido una hija con un torero. La España cañí vestida de falso progresismo por Jorge Javier y sus legiones; una izquierda rica que vive de la ignorancia de sus espectadores y que crea verdades absolutas que defienden como dictadores intolerantes a cualquier discrepancia.
La palabra de Rocío Carrasco, a pesar de más de una decena de condenas en contra, se ha convertido en ley en nuestro país. Hasta el punto de que la Ministra de Igualdad y el propio presidente del Gobierno se han posicionado y han gastado tiempo en preocuparse por la hija de la Jurado. Convertidos, ellos, en jurado y parte de un juicio mediático que ha afectado a toda una familia. Y yo me pregunto si esto es lo que se nos viene encima, pues ya hemos visto que lo políticamente correcto se ha convertido en una nueva censura.