Javier Fornell
No sin calcetines
El turista chancletero se caracteriza por ese no saber estar: cree ir de Armani y va del piojito
Este verano estoy echando de menos a esos seres entrañables que pululaban por nuestras calles con sus calcetines a medio empeine y sus chanclas de cuero. Gentes que hablaban raro y lo miraban todo con ojos curiosos y una piel que iba del blanco neutro ... al rojo cangrejo. Nuestros guachineis, que tanto daban que hablar por su supuesta colonización veraniega, este año no han venido. Y yo los echo en falta.
Y lo hago por varios motivos. El primero es muy lógico: soy guía turístico, y un guía sin turismo es un guía en paro; el segundo, por el grado de educación. En mi gremio se es propenso a marcar al turista dañino que viene a vernos con algún rasgo. Reconozco que yo no he tenido la mala suerte de toparme con ellos, quizá porque suelo trabajar con la mal llamada tercera edad española; tal vez, porque el carácter del guía también hace al grupo. Pero, lo cierto, es que este año lo que tenemos es turismo chancletero.
Déjenme que me explique, porque este chancleterismo no es tu tema de clases social, ni de dineros; se trata de un referente educacional y de esto gastan tanto, o tan poco, los unos como los otros, sin distinción. He conocido a personas sin formación alguna con más educación que los propios reyes, y a reinas que se comportaban como barriobajeras en un mercadillo.
El turista chancletero se caracteriza por ese no saber estar: cree ir de Armani y va del piojito. Le gusta aparentar, pero a la hora de la verdad es de los que se escaquea cuando está llegando el final del freetour para no tener que pagar en propinas. El que te pregunta por un restaurante, pero lleva el tapé de mortadela en el bolsillo. O, peor aún, el que es capaz de gastarse 100 € en cubatas, pero no de mostrar respeto a la mesa de al lado. Es decir, el chancletero puede tener dos vertientes terminadas en “ieso”: es un tieso o un sieso. Y, a veces, las dos cosas.
Se preguntarán, tal vez, cómo es que hoy me ha dado por hacer esta extraña reflexión. Sobre todo, con ese título tan claro como es “no sin calcetines”. La respuesta es sencilla: la ultima moda del verano es reposar los pies descalzos sobre sillas, mesas y otros enseres en los bares. Sin importar el color de la planta ni los elementos incrustados en ella. Y eso lo vemos en chiringuitos de playa y en bares de alto caché. Allí donde un tenga sitio, los pinreles vuelan libres, como si tanto tiempo pandémicamente encerrados en casa se hubiera roto con un simbólico lanzamiento al aire de calcetines.
Qué quieren que les diga. Para mí, este chancleterismo sin chancletas demuestra el nivel cultural que ha alcanzado nuestro país, ya que casi el 100 % del chancletero es nacional. Esta actitud, que se une al ir en bañador / bikini por la calle o en los bares, demuestra que el saber estar ha quedado relegado al pasado. Olvidamos que ese saber estar realmente conlleva respeto a quién está a tu lado. Yo no tengo porque comer viéndote el pecho peludo ni observando (y hasta oliendo) tus pies sucios. Al final, parece que, en verano, la educación se ha ido de vacaciones.
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