Javier Fornell
No sin Ayuso
Oír hablar a Echenique, portavoz de Unidas Podemos, da vergüenza ajena
Este país es diferente, sin duda. Tan solo hay que escuchar los discursos dados ayer en el Congreso de los Diputados para tratar de conseguir una nueva prorroga al Estado de Alarma (en los momentos en los que escribo esto, aún no se ha dado ... la votación). Con discursos realmente lamentables .
Oír hablar a Echenique, portavoz de Unidas Podemos, da vergüenza ajena. Un discurso en el que no se ha dado ni una pauta de lo que hará el partido del gobierno social-comunista (él mismo lo define así). Toda la fuerza de sus palabras se ha ido a atacar a Ayuso, presidenta de Madrid. Pasando, por supuesto, por los insultos a todo el que no piense como ellos, principalmente a los que se manifiestan en las calles con banderas de España, a los que llaman “cayetanos”. Esas manifestaciones que, claro, ¿cómo no? alienta Ayuso. Una Ayuso que parece ser la causante de todos los males que se han producido en la nefasta gestión de la crisis.
Tan extraña es la situación que ha sido Rufián el único que ha dicho una verdad: “hemos fracasado como políticos”; y han fracasado por ser incapaces de negociar, empezando por un gobierno, que actúa por chantaje (o conmigo o sin ERTEs; o yo o el caos). Y es cierto. Pedro Sánchez ha demostrado que carece de capacidad de negociación con el resto de sus socios necesarios, como tampoco lo tiene con su vicepresidente Iglesias.
¿Qué se puede esperar, entonces, de este gobierno? Nada, salvo estupidez supina. La que se desprende de la teoría “de la línea recta” defendida por Carmen Calvo quien dice que el covid19 afecta a ciudades en la misma línea (Pekín-Paris-Nueva York) en la mayor defensa al terraplanismo hecho por un gobierno mundial; junto al “Portugal tiene menos casos porque está más al oeste”, reafirmación del terraplanismo por la ministra Ribera. Y aquí, Ayuso, no tiene nada que ver.
Si parece tener que ver Ayuso, según Podemos, en esos escraches que antes eran medicina democrática; pero que ahora, como se producen en Galapagar, ya son un ataque intolerable. Lo más intolerable, sin embargo, ha sido la llamada de Pablo Iglesias a sus huestes para acosar a Santiago Abascal, Ayuso o Montero Espinosa. Este acto no tiene perdón alguno y, si se produce, la justicia no debería tardar en tomar medidas contra un vicepresidente que se cree que están por encima del bien y del mal.
Ya se sabe: la doble vara de medir de la izquierda, que ataca las manifestaciones “pijas” del barrio de Salamanca y alaba la despedida a Anguita en Córdoba. El último califa de la izquierda real se fue entre multitudes en las que, parece, no existía riesgo de contagio. Pero el riesgo está ahí. Nos estamos contagiando y no de Covid19. El odio al otro está visible en la calle, una calle que nos sorprende llenándose de “cayetanos” y no de las izquierdas. Y la izquierda tiene miedo de ese cambio. El problema es que nuestro país es propenso a la violencia y la crisis económica que viene puede ser la mecha final. Esperemos que, pese a todo, la guerra siga siendo dialéctica y no se llegue a las manos. Aunque, desgraciadamente, un siglo después estamos repitiendo el ciclo.
Ver comentarios