Javier Fornell

No salimos mejores

Las broncas de todo tipo se repiten en cada rincón

Javier Fornell

La pandemia nos iba a hacer mejores, decían. Pero la realidad es que de la pandemia aún no hemos salido y ya se ve que no vamos, precisamente, a mejorar. Más bien lo contrario ya que cada día puede verse como la irascibilidad y la ... bronca va en aumento. Y esto lo notamos casi a diario en nuestra vieja tacita de plata (lo digo en voz baja, que al ser una invención de Pemán lo mismo no se puede usar).

Las broncas de todo tipo se repiten en cada rincón, pasaba hace unos días entre los sintecho que (a)campan a sus anchas en la plaza de Candelaria. Normal, se puede pensar, en un foco en el que la indigencia, el alcohol y otras sustancias han ganado peso sobre los bares y restaurantes que intentaban realzar una de las plazas más coquetas de la ciudad.

También lo hemos visto en el barrio del Pópulo dónde Antonio y su Malagueño se han convertido en foco de la intolerancia más rancia solo por poner la bandera arcoíris junto un azulejo de Cristo. Como si Jesús no hubiera estado siempre al lado de los marginados, de los atacados, de los criticados. Se olvidan esos que manchan las esquinas con insultos que El Pópulo es lo que es gracias a él y a otros comerciantes y vecinos de la zona que se pusieron el barrio por montera para sacarlo adelante y convertirlo en uno de los puntos gastronómicos más visitados de nuestra Andalucía.

Y esta misma semana, en la plaza de San Juan de Dios también se ha producido la bronca de las broncas. La que ha logrado VOX para fortalecer su discurso de odio apoyado en los antifascitas que fueron a reventar su acto. Es cierto que siempre he pensado que los extremos se tocan, pero en este caso no se llegó a tanto. Lo que sí consiguieron los de Rosety fue demostrar que son los más listos de la clase y se convirtieron en mártires mientras lanzaban un discurso alejado de la concordia.

Pero no son los únicos que muestran una situación al borde del colapso. En mis rutas por la ciudad he podido ver diversas peleas. El otro día, en San Antonio, y sin saber muy bien qué había ocurrido previamente, observé incrédulo como dos hombres trataban de golpear a un repartidor de comida a domicilio. Puede que el chico cruzará por la plaza, no lo sé, pero ¿es eso razón para pegar a nadie? Esa misma actitud violenta la he visto en algunos bares y en muchas bolsas de aparcamiento. Es posible que todo se deba a haber estado encerrados durante tantos meses. O puede que la situación económica esté llegando a ser extrema para muchas familias y eso se paga también en la calle. Sea cómo sea, no parece que de esta pandemia vayamos a salir mejores; todo lo contrario, parece que vamos a peor. La buena voluntad del inicio se ha convertido en un odio reconcentrado que ha saltado de las redes al cara a cara.

Creo que a veces es bueno parar y recapacitar. Pensar si nosotros estamos dentro de esa rueda de crispación que va acelerándose por segundos y que puede llevar a un conflicto que parecía olvidado. Un conflicto que, ojalá, no llegue darse nunca pero que podría explotar en cualquier momento como la crisis económica siga aumentando al mismo ritmo que las colas del hambre.

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